Ir a la escuela no fue tarea fácil ni para mí ni para mi hermana. No hablábamos la lengua nativa y los demás niños nos despreciaban a causa de nuestro origen. Apenas podíamos esperar para llegar a casa y estar en la compañía una de la otra, además de tener a nuestra querida mamá para cuidarnos. Ella hacía que todo pareciera más fácil… ¡Cuando nos acordamos de esos días incluso los extrañamos!
Desde que éramos muy pequeñas, ella nos enseñaba que habíamos nacido para glorificar a nuestro Señor y que, a causa de eso, seríamos diferentes a todas las demás personas. Y, de hecho, crecimos pensando así. Mientras todos en la escuela odiaban y le faltaban el respeto a sus padres, nosotros amábamos y honrábamos a los nuestros.
Este tipo de comportamiento es esperado de jóvenes que no tienen fe en Dios, pero nunca de jóvenes cristianos. Sin embargo, existen los que están siempre involucrados en muchas actividades y demuestran tener mucho respeto por los pastores y por los obreros, pero no honran a su padre y a su madre. Dios fue muy claro cuando dijo: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da” (Éxodo 20:12). De acuerdo con este pasaje, que es uno de los diez mandamientos, podemos concluir que si no honras a tus padres, ¿cómo honrarás a Dios, que es tu Padre espiritual?
Hoy en día, existen muchos jóvenes sufriendo con todo tipo de problemas. Ellos no entienden por qué están tan deprimidos y tan enojados con el mundo y con todos los que están en él; muchos mueren aún jóvenes y llenos de vida. ¿Por qué? Vamos a leer nuevamente el versículo anterior y analizarlo en el sentido contrario: “Deshonra a tu padre y a tu madre, para que sean cortos tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, no te dará.” ¿Entendiste? Las cadenas de oración y todo lo demás que hagas para Dios serán en vano si no practicas Sus mandamientos.
Muchas madres han venido a nosotros a pedirnos consejos de cómo lidiar con sus hijas adolescentes que son tan activas en la iglesia, pero tan inactivas en casa. A ellas les importan tanto sus hijos y hacen tantos sacrificios por ellos, pero lo que reciben a cambio es una cara enojada, crítica, desprecio y una mirada de vergüenza al final del día. Las madres que van a la iglesia para orar por sus familias se merecen toda la honra y el respeto de sus hijos. Ellos no estarían donde están hoy si no fuera por sus madres, que muchas veces perdieron para que sus hijos pudieran ganar, sufrieron para que sus hijos no sufrieran, lloraron para que sus hijos sonrieran… Los jóvenes que verdaderamente honran a sus padres serán siempre bendecidos.
No importa si tus padres van a la iglesia o no, si son malos o buenos, si son dignos o no – ellos son tus padres y esto es lo suficiente para que sean respetados. En la escuela, muchas chicas se burlaban de nosotras porque amábamos tanto a nuestros padres. Hoy, estas mismas muchachas son mujeres infelices que, probablemente, son odiadas por los propios hijos. ¿Y nosotras? Bien, nosotras crecimos para ser mujeres felices de verdad.
(*) Fragmento del libro “Mejor que Comprar Zapatos”, de Cristiane Cardoso
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