Juan y Jacobo tienen un carácter muy parecido: a pesar de tener un corazón bueno, son impetuosos. Ellos eran tan enérgicos, que el Señor Jesús los llamaba “hijos del trueno” (Marcos 3:17). En la Biblia, vemos que Juan tuvo un papel muy importante en el liderazgo de la iglesia primitiva. Pues, cuando él llegó a la vejez, los demás discípulos directos de Cristo ya estaban muertos a causa del Evangelio.
Una lección que podemos aprender con el carácter de Juan es que la obra de Dios cuenta con personas valientes, de iniciativa y con una fe convicta. Cuando observamos la manera como los apóstoles murieron, uno por uno -porque la iglesia era perseguida-, comprendemos el precio que ellos tuvieron que pagar para “cumplir la carrera” (2 Timoteo 4:7).
En los días actuales, muchas personas dejan de participar de los encuentros de la iglesia debido a la presión que sufren por parte de familiares y amigos, por ejemplo, o porque no alcanzan las bendiciones que desean. Sin embargo, debemos siempre recordar a los apóstoles, que soportaron todo para hacer la voluntad de Dios. Incluso Juan, que no murió a espada, vivió sus últimos años en condiciones difíciles para un hombre de avanzada edad.
Con el pasar de los años, Juan mantuvo viva la fe enseñada por el Señor Jesús y la transmitió a otras personas. Él produjo un Evangelio, que narra una “biografía” de Cristo, tres epístolas, que son “cartas” para la orientación espiritual, como también el libro del Apocalipsis, que revela cómo será el fin de este mundo.