¡Buen día obispo!
Hace más de 30 años, serví en las filas del Ejército Brasileño.
Recientemente, los acontecimientos de Brasil me han traído recuerdos de los momentos que viví, y de algo en particular: el juramento como soldado del Cuerpo del Ejército, cuando nos proponemos a servir a la Patria y a obedecer rigurosamente a las autoridades. Y todavía recuerdo la última frase: “¡con el sacrificio de la propia vida!”
En momentos de paz, el soldado no espera utilizar la propia vida. Muchos allí, por servicio obligatorio, lo dicen de la boca para afuera.
Sin embargo, me llama mucho la atención el hecho de que el Señor Jesús fue al extremo de la Propia vida por la patria espiritual, dando Su Cuerpo y Su Sangre.
Si un soldado tiene el ejemplo de su comandante directo, el capitán, nosotros, aún más, tenemos al Señor Jesús como nuestro General de guerras.
Debemos tener ese mismo pacto de servir al Señor Jesús, ser imitadores de Él, sacrificar nuestra propia carne por nuestra Salvación. Y sacrificar nuestra vida y sangre por los sufridos, por las almas, por nuestra patria celestial.
Edson Amorim