La historia bíblica nos enseña que Dios habló a Moisés luego de que los hebreos fueran libres de la esclavitud de Egipto y le ordenó que construyera un Santuario para que Él habitara en medio de Su pueblo. “Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.”, (Éxodo 25:8).
En este lugar Santo el pueblo presentaba sus ofrendas de expiación por sus pecados y además hacía sus pedidos al Dios de Israel. Cada familia subía hasta el lugar del Santuario y presentaba sus ofrendas, como nos muestra la historia de Ana:
“Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana (…) tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía.
Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque el Señor no le había concedido tener hijos.
Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque el Señor no le había concedido tener hijos. Así hacía cada año; cuando subía a la casa del Señor, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía (…) ella con amargura de alma oró al Señor, y lloró abundantemente.
E hizo voto, diciendo: Señor de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré al Señor todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza (…)
Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho.”, (1 Samuel 1:1-17).
El pedido de Ana fue respondido por el Dios de Israel, ella fue madre de Samuel, quien sería un profeta muy usado por Dios.
El Santuario en nuestros días
Nosotros tenemos la oportunidad de pasar por el Santuario y presentar nuestros pedidos delante del Señor para que desde el Trono recibamos la justicia de Dios.
Este 23 de abril en Av. Corrientes 4070, Almagro, a las 9:15 de la mañana tendrá una oportunidad de ingresar al Santuario con su familia para buscar la bendición de Dios para todos sus caminos.
El obispo Macedo nos enseña en su blog:
“La Biblia nos habla sobre Ana. Humillada, por ser estéril, clamó a Dios y recibió la gracia de ser madre. Su primer hijo, el cual se convirtió en el gran profeta Samuel, lo entregó a Dios. Honró al Señor con lo mejor que tenía. Ana es un ejemplo de fe, de mujer de Dios, porque confiaba en Él y sabía que el Señor le daría más hijos. Y eso fue lo que sucedió. Ana, de humillada pasó a ser una mujer adorada, tanto que hasta hoy hablamos de ella.
Tal vez este sea su problema. Tal vez usted, esté siendo humillada durante muchos años. Tal vez llora todos los días en su almohada, porque ve a otras mujeres viviendo con hijos, marido, y usted sola, abandonada. Tal vez ya haya sido engañada por un hombre no sé cuántas veces y, hoy, es esa mujer humillada y solitaria. Ana aún tenía el consuelo de su marido, pero tal vez usted no tenga ni ese consuelo. Tal vez sea una madre soltera o una mujer que fue abandonada y avergonzada por su propio marido.
Esta lección sirve también para los muchachos. La Biblia dice que todos los años que Ana subía a la casa del Señor, no hacía otra cosa que llorar. Ni comía. Ayunaba y lloraba delante de Dios. Su marido le dijo:
‘Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿Y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?’
En aquella época la mujer que no tenía hijos era la más infeliz del mundo, porque el sentido de su existencia era definido por dar a luz hijos. Y Ana era estéril.
Dice la Biblia que, con amargura de alma, Ana se levantó y oró al Señor, llorando abundantemente: ‘… si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré al Señor todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza…’, (1 Samuel 1:11).
Dios honró a esa mujer, a causa de esa oración, pequeña, pero sincera, de gran valor, porque salió de lo más profundo de su alma.
Esa es la oración de la persona de Dios, no solo del hombre, sino también de la mujer. Haga esa oración y verá que su humillación tendrá un fin. Usted será feliz”.
Podemos invocar a Dios en el Santuario, como está escrito “El Señor te oiga en el día de conflicto; el nombre del Dios de Jacob te defienda. Te envíe ayuda desde el santuario, y desde Sion te sostenga. Haga memoria de todas tus ofrendas, y acepte tu holocausto.
Te dé conforme al deseo de tu corazón…”, (Salmos 20:1.4).
Conozca la historia de tres personas que clamaron por justicia en el Santuario y recibieron la respuesta:
Justicia económica
Adelia: “La injusticia que había en mi vida era en lo económico. Estaba en la miseria, vivía de prestado y comía lo que me daban porque no podía trabajar debido a una enfermedad. Recibí una invitación para pasar por el Santuario y lo tomé como una oportunidad para que Dios hiciera justicia en mi vida.
Hice un voto con Él en el Altar, así fui respondida, todo cambió. Hoy en día soy diseñadora de moda, tengo una empresa que se dedica a hacer vestidos de fiesta de alta costura. Pertenezco a una compañía internacional y estoy prosperada porque Dios hizo justicia en mi vida”.
Justicia familiar
Norma: “Mi matrimonio estaba destruido, mi esposo cambió muchísimo de la noche a la mañana. Él se involucró en la noche, los vicios y mujeres. Cuando él llegaba a casa después de haber desaparecido días o semanas, regresaba alcoholizado, discutía y se iba pegando un portazo. Todos me decían que lo dejara, pero yo no aceptaba perder a mi esposo. En ese momento tuve la oportunidad de pasar por el Santuario. Hice un voto con Dios, Le pedí que hiciera justicia en mi vida. Entonces, mi marido fue transformado y logramos tener una vida maravillosa”.
Justicia en la salud
Stela Maris: “Mi injusticia fue la enfermedad de mi nieto. Cuando él nació tenía un 5% del corazón, no tenía esperanza de vida, estaba desahuciado. Los médicos nunca dieron un parte positivo, nunca nos dieron una esperanza, solo podía suceder un milagro y eso sucedió al pasar por el Santuario. Hice un voto con Dios, pedí por la vida de mi nieto, y Dios respondió a mi petición. Hoy mi nieto tiene 10 años, está muy bien de salud, va al colegio, come de todo, juega como un chico normal porque su salud fue restaurada completamente. Dios hizo justicia en nuestra vida”.
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