María nunca pensó que terminaría destruyendo su vida a causa de sus adicciones. “A los quince años empecé a consumir. Estaba cursando la secundaria y con mis compañeros no tenía muy buena relación, recuerdo que, saliendo del colegio cuando iba camino a mi casa siempre pasaba por una plaza y empecé a charlar con las personas que estaban ahí.
Mientras estaba con ellos, ví algo que me causó curiosidad, yo los veía contentos, pensaba que la estaban pasando bien y quería ser parte de aquel grupo. Nunca imaginé que eso iba a traerme consecuencias graves, no solo en mi vida sino también en la de mi familia”.
Ella pensó que era una manera de divertirse, de escaparse por un momento de sus problemas, pero todo se complicó:
“Empecé consumiendo marihuana, consumía todos los días sino me ponía más nerviosa de lo que ya era. Cuando la mezclaba con el alcohol me volvía muy agresiva. Iba a boliches y cuando salía me peleaba con cualquiera, no me importaba si era o hombre o mujer. Llegaba a mi casa con la remera ensangrentaba y lastimada. Me distancié de mi familia. Al tiempo me involucré con la cocaína, me ponía eufórica y no quería volver a mi casa. La relación con mi familia se deterioró. Me involucré con personas mucho más grandes que yo, de 15 y hasta 20 años más grandes. Esas personas estaban involucradas en la delincuencia. Un día me dispararon y las balas me pasaron por al lado.
Con todo lo que me pasaba no tenía conciencia para entender el peligro que corría. Una vez llegué a consumir media tableta de pastillas y al otro día no me acordaba lo que había sucedido”.
Pero cuando parecía que María no podía estar más inmersa en lo vicios, se involucró con la pasta base. “La pasta base fue otra adicción, era impresionante lo que me hacía sentir. Todo era un caos, estuve muy mal, no sabía lo que estaba haciendo. Llegué a perder mi trabajo. Después me involucré con un chico que también consumía, nuestro amor estaba sumergido en los vicios y en la violencia. Un momento estábamos bien y al rato peleábamos y nos agredíamos. Llegué a golpearlo a raíz de los ataques de nervios que me agarraban.
Llegué al Tratamiento, empecé a luchar y a perseverar, no fue fácil, pero era la última puerta que me quedaba. Mi mamá me habló del Tratamiento, por ella empecé a venir y luego luché por mí para valorarme como persona. Gracias al Tratamiento, estoy libre de los vicios y tengo una vida nueva”.
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