La consciencia del bautismo con el Espíritu Santo era la base de la iglesia primitiva, era lo que movía a los apóstoles, pues para ellos nada era más importante.
Vea que la pregunta hecha por los apóstoles fue: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? (Hechos 19:2). Ellos no querían saber si la persona ya había sido curada, si ya era próspera, si la familia ya estaba bien o cualquier otra cosa, lo que ellos querían saber era: ¿RECIBIÓ EL ESPÍRITU SANTO?
No era que ellos no se preocupaban por las necesidades de las personas, no obstante, lo que ellos más buscaban era la permanencia de ellas en la fe. Por eso vivían y transmitían esa consciencia del bautismo con el Espíritu Santo, resultando en el derramamiento, ya que las personas tenían esa fe a flor de piel.
Si queremos realmente una iglesia fuerte, no hay otro camino, tenemos que colocar en las personas esa consciencia, esa sed. Solo así ellas van a recibir el bautismo, ¡pues lo buscarán más que cualquier otra conquista!
El Señor Jesús puso esa idea en Sus discípulos, y era tan fuerte que Él dijo: No salgan de Jerusalén hasta que de lo Alto sean revestidos de poder (Lucas 24:49). La preocupación de Jesús no era por los milagros que serían hechos, sino por la permanencia de las personas hasta el fin, para que pudiesen enfrentarlo todo y siguieran firmes.
El hombre de Dios piensa como Jesús y hace lo que Él hubiera hecho en su lugar. No vamos a despreciar jamás a los dones, a los milagros, sin embargo, ¡nuestro mayor objetivo debe ser el de llevar a las personas al bautismo con el Espíritu Santo!
Colaboró: Obispo Franklin Sanches