Básicamente la fe es una certeza. Sea ella natural o sobrenatural, siempre será un sentimiento de certeza absoluta. Si en el corazón no hubiera ese sentimiento, entonces no se lo puede considerar como fe. A veces algunas personas confunden emoción con fe. Piensan que el hecho de sentir un fuerte deseo de llorar o incluso la voluntad de reír, es fe. ¡No! ¡La fe no es emoción, sino certeza! Es una convicción tal, que es imposible removerla del corazón. La fe es como la luz y la duda como las tinieblas.
Si las tinieblas vienen con ímpetu contra la luz, inmediatamente son disueltas por ella. ¡A la fe no le importa cuando vienen las dudas, las tribulaciones, las persecuciones, las amenazas o cualquier otro dardo envenenado del diablo, porque ella viene de Dios! ¡Dios es la fuente de la fe viva! El Señor Jesús es el Autor y Consumador de la fe. Él nos ha dado esa energía, Su poder, para aquellos que se someten a Él de todo corazón.
¡Por eso, absolutamente nada es capaz de vencer a la verdadera fe! ¡Muy por el contrario, ya que ella es el poder de Dios, entonces vence a todo y aún se mantiene inalterable! Solamente aquellos que nacieron de Dios poseen ese poder, y ese poder tiene que fluir naturalmente para vencer a todo el infierno de este mundo. Es por eso que el Espíritu de Dios afirma categóricamente: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence…” 1 Juan 5:4
No fue por descuido que el Señor Jesús declaró: “… al que cree todo le es posible.” Marcos 9:23
El Señor Jesús en verdad está diciendo que la fe es un poder que nace con el Creador y es extendido a la criatura que vive y depende de Él.
Por esto, ahora podemos entender por qué Abraham, con apenas trescientos dieciocho hombres escogidos, nacidos en su casa, venció a cuatro reyes al mismo tiempo; y más tarde enfrentó el miedo de perder a su único hijo, al que llevó para ofrecerlo en sacrificio a Dios. Eso muestra que él era nacido de Dios.
Moisés se negó a ser llamado hijo de la hija del Faraón y prefirió cambiar la gloria del reinado de Egipto por las dificultades del desierto, porque era nacido de Dios. Josué fue audaz al ordenar que el sol y la luna quedasen parados por casi un día entero, hasta que él destruyera a todos sus enemigos, todo porque era nacido de Dios.
David osó enfrentar a Goliat, como a todos sus enemigos, y los venció a todos, porque era nacido de Dios. Daniel no tuvo miedo de descender a la fosa de los leones, porque era nacido de Dios. Sadrac, Mesac, Abed-nego no se intimidaron delante del emperador de Babilonia y de su horno de fuego que ardía siete veces más fuerte, porque ellos eran nacidos de Dios. ¿Qué más podemos decir para mostrar el verdadero carácter de la fe?
Fue por causa de la fe, ese poder inmensurable de Dios, que los cristianos primitivos enfrentaron la muerte con la cabeza erguida, así como también los cristianos en el período de la Inquisición.
“… delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos y llama las cosas que no son como si fueran.” Romanos 4:17
La única manera de distinguir un sentimiento emotivo de un sentimiento de fe, es verificando si hay certeza absoluta o no. Si acaso existiera un poco de miedo, de preocupación o duda, entonces no es fe, sino emoción. Así, la Biblia define a la fe:
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Hebreos 11:1
Esa definición presenta la fe como algo real y palpable, pero al mismo tiempo, como algo invisible. Así es la fe. Ella muestra una realidad de algo existente, da la realidad de las cosas invisibles, considerándolas como si fuesen objetos de la visión física. Por lo tanto, ahí está el gran poder de la fe: traer a la existencia las cosas que no existen. De hecho, eso confunde a la sabiduría de este mundo, ya que contradice todas las teorías de la razón.
Por ejemplo, la ciencia se basa en hechos reales, concretos y visibles, pero la fe no. La fe se apoya en la certeza de algo invisible, como el propio Dios que, siendo Espíritu, es invisible. La fe es la certeza de algo que no vemos. Tal vez sea ésa la razón por la que el Señor Jesús trazó el camino de la fe para que su criatura pudiera llegar hasta Él.
“Puesto que el mundo, mediante su sabiduría, de Dios, no reconoció a Dios a través de las obras que manifiestan su sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.” 1 Corintios 1:21
Fragmento extraído del libro “Los Misterios de la Fe” del obispo Edir Macedo