La falta de un acuerdo político sobre el techo de la deuda de Estados Unidos sigue poniendo en riesgo la estabilidad de la economía mundial. El techo alcanzó los u$s14,29 billones de deuda fijado por el Congreso, límite legal más allá del cual el Estado ya no puede incrementar su endeudamiento. Las agencias de calificación crediticia Moody´s y Standard & Poors siguen amenazando con bajar la calificación de la deuda y el plazo para llegar a un acuerdo se acaba el 2 de agosto. Por ello, el presidente Barack Obama se vio obligado a convocar una reunión, el sábado 23 de julio pasado, y el objetivo fue encontrar una solución al problema.
El problema de no elevar el límite absoluto de deuda pública radica en una cuestión ideológica entre los partidos Demócrata y Republicano, donde los republicanos se niegan a subir impuestos para financiar el endeudamiento. Conviene señalar que el peso de la economía norteamericana es tan grande en el mundo, que, en caso de no llegar a una solución, esto podría provocar un apocalipsis financiero (lo de la crisis griega será algo insignificante comparado con esto).
No obstante, para el 2 de agosto se contempla cuatro posibilidades para la economía norteamericana:
1) El logro de un acuerdo político subiendo impuestos. Podría ser la mejor opción y no sería tan grave para la ciudadanía, puesto que la presión fiscal norteamericana es muy baja en comparación con los salarios que tienen.
2) La declaración en suspensión de pagos de su deuda, ya que tiene un déficit público que no puede financiar ante la imposibilidad legal de emitir más deuda.
3) La aplicación de recortes de pensiones y sueldos públicos para evitar la suspensión de pagos, lo que provocaría un gran resquemor social.
4) La declaración de Obama de seguir emitiendo deuda como única medida de cumplir el presupuesto (a pesar de que va en contra de la ley).
Se trata de un problema exclusivamente político y, por tanto, deberán llegar a una solución razonable y cumplir con sus pagos de deuda, porque si no se producirá una tormenta financiera de consecuencias catastróficas para la economía mundial. Asimismo, todos los políticos y economistas deben empezar a pensar en modelos de crecimiento económico alternativos al actual de financiación de deuda pública, ya que siempre suponen un grave riesgo en períodos de crisis.