La vida cristiana comienza cuando la persona toma la decisión de convertirse de sus malos caminos y seguir al Señor Jesús.
A partir de entonces, el Espíritu Santo opera el milagro del nuevo nacimiento, cambiando a la persona de la condición de criatura a hijo del Altísimo.
Ahí comienzan las pruebas y tribulaciones inherentes a todos los que deciden vivir en la obediencia a la Palabra de Dios y andar según Su voluntad. Aun así, la persona está sujeta a la naturaleza humana.
Es por eso que existe una gran diferencia entre debilidad y pecado. En la Biblia, el apóstol Pablo escribe respecto a ella “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.”, (Romanos 8:26).
El obispo Clodomir Santos, explica que cuando una persona comete un error, el Espíritu actúa en la consciencia para convencerla del pecado, para que tome la decisión de abandonarlo.
“Cuando Pablo dice que el Espíritu Santo nos asiste en nuestra debilidad quiere decir, que inmediatamente el Espíritu Santo habla en la conciencia de ella, pero el diablo también”.
El diablo justifica el error, y al mismo tiempo, le hace pensar que fue rechazada por Dios.
Por otro lado, el Espíritu Santo habla para convencerla del error, así la hace creer en lo que está escrito: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”, (1º Juan 1:9).
“Las personas, mientras están ciegas espiritualmente, solo consideran el poder y olvidan la santidad de Dios, por eso, no llevan en serio la palabra de Dios. No se abren al Espíritu Santo y Él no puede convencerlas de pecado, porque Él no asiste al pecador, sino al debilitado”.
Hay determinadas situaciones en las que no sabemos cómo orar, y terminamos pecando. Tal vez ese sea su caso, cuestiona por qué su oración no es respondida. “porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.”, (Hebreos 10:36). Por esa razón el bautismo con el Espíritu Santo es imprescindible. “La vida cristiana es una vida de luchas, tribulaciones, renuncia y negación. Porque lo que está preparado para nosotros es glorioso y extraordinario”, finaliza el obispo.
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