El objetivo de este mensaje es pedir, en nombre del Señor Jesús, que todo el pueblo de la Iglesia Universal del Reino de Dios: miembros, obreros, pastores y auxiliares, a todos los que trabajan directa o indirectamente en la iglesia, que hacen parte de esta gran familia, un gran favor, una ofrenda especial.
Siempre he orado, pedido y clamado, de madrugada, por la mañana, tarde y noche por ustedes.
Ahora, les pido una ofrenda especial de sacrificio verdadero y que tiene un valor inigualable: su oración y consideración en favor de su propia iglesia.
En efesios 5:28-29 Pablo habla al respecto del matrimonio y dice que cuando el hombre no ama a su mujer está maltratando a su propio cuerpo, pues, son un solo cuerpo. Así es también la iglesia del Señor Jesús.
Cuando un miembro ofende a otro, está ofendiendo y maltratándose a si mismo, y abriendo brechas para que el diablo destruya.
Lector, usted es parte del cuerpo del Señor Jesús, sepa que cuando una persona ofende a otra, critica, censura o exige, no es de Dios y sí del diablo. Él no consigue derribarnos a través de las persecuciones implacables y difamaciones. A esto nos hemos resistido, luchado y combatido. Cuando surgen en medio de nosotros comentarios maliciosos, críticas, exigencias e incomprensión de un hermano para con el otro, esto es muy triste y doloroso.
El diablo no puede destruir el lado externo de la iglesia, pero puede penetrar en el viñedo del Señor, para destruirlo.
Por eso, la mayor ofrenda que usted puede dar es orar por la iglesia.
Así evitar que sea destruida, poco a poco, a causa de los comentarios maliciosos.
Somos tan criticados por otras iglesias, por otros hermanos de otras denominaciones y tan mal vistos por las empresas y los medios, y aún más, ¿tenemos que soportar esto también? ¡No! ¡Mil veces no! Vamos a orar y clamar a Dios por la iglesia.
Leemos en Efesios 4:27-32 “…ni deis lugar al diablo.
El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”
Todos nosotros somos llenos de defectos, pero Dios nos usa así igualmente. Él usa cuerpos, vasos, en fin, todos los utensilios de la manera que Él quiere y como le parece que debe ser. En el cuerpo de Cristo nadie es mayor o menor. Todos son importantes, pues hacen parte del mismo cuerpo.
Un día, me caí y me golpeé uno de los dedos del pie. Esto afectó todo mi cuerpo.
Por lo tanto, en vez de ver los defectos, vamos a mirar las virtudes, el lado bueno de las personas, observar y hacer lo que el Señor Jesús nos enseñó: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”, (Mateo 6:22-23).