A veces conversamos con una persona y tenemos la impresión de que, incluso mirándonos, no nos está escuchando realmente. Ella está perdida en sus propios pensamientos, algunos incluso son de preocupación. Si, al menos pudiéramos ver ese globo que se usa en los dibujos animados para describir los pensamientos, tal vez leeríamos: “¿Será realmente la voluntad de Dios?”; “¿Estoy verdaderamente libre?”; “¿Este problema va a empeorar?”; “¿Voy a perder todo?”. A partir de eso podríamos entender el motivo por el cual esa persona tiene ese semblante pensativo.
Así como la fe, la duda es espiritual. Es lo contrario a la fe; una forma de creer negativamente. Una persona guiada por este tipo de negatividad está siempre dividida en relación a los asuntos importantes de la vida. No sirve enfrentarlos con la fuerza de su brazo, porque es algo espiritual y no físico.
No existen medicamentos o tratamientos contra la duda. Las personas, generalmente, intentan tener pensamientos positivos, pero no pueden, porque la duda no es algo que se disipa con buenos pensamientos. Algunas personas hacen terapia, pero aunque se sientan bien por un tiempo, la terapia no es suficiente para resolver su problema interior: dudas irritablemente insistentes.
La duda es un espíritu maligno con planes malignos. Es como un virus espiritual altamente contagioso. De esa forma es posible entender por qué el mal atrae al mal. Los adolescentes rebeldes forman pandillas. Personas enfurecidas forman grupos manifestantes. Cuando las personas permiten que la duda las controle, se convierten en propagadoras potenciales de esa malignidad.
Solo la fe posee un medio para neutralizar nuestras dudas, y esa es la razón por la que el Señor Jesús hizo tantas referencias a ella a lo largo de Su ministerio. Ahora, si el propio Dios reconoció su importancia, mucho más nosotros, insignificantes humanos llenos de errores. La fe también es un espíritu, pero que viene de Dios para el bienestar del hombre. La prueba de eso es que las dudas siempre hacen que las personas miren hacia atrás, a su pasado, y tomen decisiones incorrectas basadas en sus experiencias negativas. Pero la fe siempre nos impulsa a mirar adelante y creer en un futuro mejor.
Muchos, entonces, dirán: “¡Pero yo tengo fe!”. Quizás realmente la tengan, pero simplemente no la usan como deben. Tienen que entender que existe la fe natural, que es común como el aire que respiramos, y la fe sobrenatural, que viene al oír la Palabra de Dios.
Esta fe es simple y efectiva. La persona conoce los pensamientos de Dios a través de Su Palabra, y eso la lleva a poner en práctica la fe natural de forma sobrenatural. No hay otra forma. No hay cómo usar nuestra fe sin Dios, y no podemos recibir nada de Él sin fe.
Entonces, si usted se ha dejado vencer por todo tipo de dudas y ha enfrentado luchas en su relación de pareja, en su familia, en sus finanzas o en su vida espiritual, recuerde: las dudas no resuelven nada. A decir verdad, solo atraen más dudas, así como los espíritus malignos solo atraen más espíritus malignos.
Cambie su forma de pensar por la fe. Dé inicio a una relación con Dios, oyendo y practicando Su Palabra. Dios, ciertamente, abrirá sus ojos para que usted vea qué dirección tomar, qué camino seguir.
Texto extraído del libro “Mensajes del obispo Macedo”
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