Un rey humano tiene autoridad suprema sobre todo su reinado. Su palabra es ley, por lo tanto, nadie puede oponerse a él, porque estará sujeto a la muerte. Ahora bien, el Señor Jesucristo es Rey de reyes, Señor de señores, en los Cielos, en la Tierra y en todo el universo.
Incluso las leyes de la Física, creadas por Él, están bajo Su dominio y poder. No hay nada que pueda resistirse a Su Palabra. Él tiene la llave de David, que abre cualquier puerta: la puerta de la salud, de la prosperidad, de la vida sentimental, de la familia bien cimentada, del perdón, de la salvación, en fin, de la vida abundante y eterna.
El Dios-Padre ya había determinado al respecto de Su Hijo, diciendo: “Y pondré la llave de la casa de David sobre Su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá.” Isaías 22:22
En esta carta a la iglesia de Filadelfia, el Señor Jesús, en cumplimiento visible de esta profecía, viene al encuentro de Su Iglesia débil y afligida, y declara: “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado Mi palabra, y no has negado Mi nombre.” Apocalipsis 3:8
Aunque el Señor no enumere esas obras, ellas fueron suficientes para ser recordadas, y así como la iglesia en Esmirna, la iglesia en Filadelfia tuvo que gemir por amor al Señor Jesús, para mantenerlas.
El hecho es que así como Esmirna es caracterizada por la tribulación, también Filadelfia tuvo que pelear la buena batalla de la fe contra el asedio del paganismo cubierto de odio, pues la iglesia que guarda la palabra de su perseverancia está en confrontación radical con las circunstancias de este mundo tenebroso.
El gran peligro de la iglesia, o del cristiano, es cuando hay poco o ningún contraste con el mundo. A partir de la modernización de la iglesia, cuando la fe cristiana pasa a nadar de acuerdo con la corriente de la impiedad del mundo, hay que preocuparse por el riesgo de perder la salvación.
El Espíritu Santo advierte a través del apóstol Pablo diciendo: “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.” 2 Tesalonicenses 2:15
Así, si la iglesia o el cristiano pasa a adaptarse al espíritu moderno de este mundo, entonces ya no hay más esperanza para ella o para él. “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” Santiago 4:4
La consecuencia es que es Señor cierra la puerta del Evangelio al mundo, volviéndose impotente el mensaje de la iglesia y, sin efecto y ridículo el testimonio del cristiano.
No siempre es culpa del mundo si se burla del mensaje del Evangelio, y sí de los que predican para los otros, sin practicar lo que predican. Entonces su mensaje se vuelve insulso, sin vida, sin poder y sin autoridad.
Cuando Sodoma estaba por ser destruida, Lot intentó, ante la insistencia de los ángeles, transmitir el mensaje de la Salvación a sus futuros yernos:
“Entonces salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas, y les dijo: Levantaos, salid de este lugar; porque el Señor va a destruir esta ciudad. Mas pareció a sus yernos como que se burlaba.” Génesis 19:14
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