Luego de la destrucción del Templo y de Jerusalén por los babilonios, los israelitas fueron llevados a Babilonia, donde trabajarían como esclavos. Estratégicamente, los babilonios mezclaron a la población judía con otros pueblos, para que su nación se debilitara. La mayoría de los cautivos se acomodaron en la tierra de sus nuevos “señores”.
Existían en el cautiverio dos tipos básicos de judíos. La mayoría se volvió ciudadano de Babilonia, dejando poco a poco el judaísmo y las raíces israelitas. Una minoría mantuvo las tradiciones y creencias – el profeta Daniel, por ejemplo, era uno de ellos.
En 538 antes de Cristo (a.C.), Babilonia fue conquistada por los persas, gobernados por el rey Ciro, quien subió al poder y dejó que los israelitas volvieran a Jerusalén luego de aproximadamente 70 años de cautiverio. La mayor parte decidió permanecer en suelo babilonio, por no tener más raíces con Israel. Solo algunos quisieron volver a la Tierra Santa, la mayoría del grupo de los que conservaban la creencia y el modo de vida judío.
Muchos de lo que no regresaron a Jerusalén, pero permanecieron ligados en mayor o menor grado al judaísmo, se limitaban a mandar sus diezmos a Israel, yendo a visitar la ciudad esporádicamente, en las fiestas religiosas. En esa época, surgieron dos vertientes de judíos: los liberales y los conservadores.
Sin el Templo de Salomón, los conservadores crearon las sinagogas, que existen hasta los días de hoy. Eran como pequeñas iglesias locales. En ellas, que no tenían los mismos aspectos del gran santuario que el hijo de David levantó (o del Tabernáculo), son realizadas hasta hoy solo algunas ceremonias religiosas, además de estudios de la Torá.
Sin embargo, los judíos no ofrecen sacrificios en las sinagogas, pues entienden que eso solo puede ser hecho en el Templo de Jerusalén.
En la época en la cual se destruyó el Primer Templo, el entonces monarca Nabucodonosor, llevó a Babilonia todo lo que sus hombres tomaron del edificio, incluyendo los elementos sagrados (los muebles cubiertos de oro, los utensilios, los preciosos adornos).
Algunos estudiantes creen que todos esos objetos sagrados fueron rehechos en el momento en el que fue levantado el Segundo Templo, bajo el mando de Zorobabel. Otros afirman que cuando los persas autorizaron la vuelta de los israelitas a Jerusalén, también les devolvieron los objetos sagrados originales. Sin embargo, ninguna de las dos hipótesis fue comprobada hasta hoy.
El retorno por la fe
Si el retorno de los israelitas a Jerusalén tiene una gran importancia histórica para ese pueblo, aún mayor fue la importancia espiritual. Dios permitió que Israel cayera y fuera llevada cautiva a Babilonia, pero no por eso abandonó a Su pueblo. Por intermedio de hombres como Daniel, mantuvo la fe encendida entre los esclavos. Incluso esa minoría que decidió mantenerse fiel a Dios terminó haciendo la diferencia. Y fue a causa de esa fe renacida y ejercitada que Él permitió que volvieran a Jerusalén y recomenzaran a poblar Israel, probando que, por mayor que sea la ruina, por menor que parezca la esperanza, el Eterno siempre tiene poder más que suficiente para renacer todo. Basta que Sus hijos acepten Su voluntad y la quieran para sus vidas.
En la próxima semana: El significado de los objetos sagrados del Templo de Salomón