La escuela siempre fue ese lugar de encuentro diario en el que los padres confiaban para la formación de sus hijos, y al cual los enviaban sabiendo que esa era su “segunda casa”. La escuela como institución ejerció una notable influencia sobre sus alumnos y un rol transformador en la vida social de los mismos.
Por su parte, el maestro siempre buscó transmitir no solo conocimientos sino también valores, ideales y convicciones, tratando de ayudar a los padres a guiar y a hacer crecer a sus hijos.
En este contexto, ¿cómo puede entenderse la violencia escolar en crecimiento protagonizada por los adolescentes? ¿Cómo podemos presenciar cada vez más hechos de violencia y, como gota que rebalsó el vaso, una violación protagonizada por un alumno como agresor y su compañera de estudios como su víctima? ¿Cómo podemos aceptar como algo natural que la alumna haya entrado en la escuela alcoholizada sin que nadie se percatara para protegerla y auxiliarla? ¿Existe algún verdadero culpable o somos todos víctimas de un mundo cada vez más violento y corrupto?
Es que la violencia social crece y, cuando los alumnos perciben desorganización y descontrol social en su entorno, provocan estos hechos, vandalismo, bullying y agresiones cada vez más violentas en su escenario social, que es la escuela.
El docente, ante la imposibilidad de solucionar ciertos conflictos que se suman a los propios de su vida personal y de sus luchas cotidianas, se aparta, establece relaciones distantes con los alumnos y deja de conocerlos, lo que le imposibilita protegerlos y ayudarlos a formarse.
Los adolescentes llevan a la institución su forma específica de asumir la vida en este mundo violento, y la escuela muchas veces no está en condiciones de transformar esa violencia en algo positivo.
Hay, sin embargo, una tercera instancia educativa para complementar la de la escuela, una que garantiza que la violencia no invada, deforme y arruine la vida de todos: la educación en Dios. Es una escuela que nos acepta como alumnos a todos: a padres, a hijos y a maestros, y que posee enseñanzas maravillosas para que, de ser puestas en práctica, cualquiera sea feliz y esté en paz.
Poniendo en práctica los valores de esta “escuela”, los padres sabrán que, estén donde estén, sus hijos estarán protegidos, los maestros tendrán una visión y una fuerza diferente para guiar a sus alumnos, y los alumnos serán victoriosos en todo lo que emprendan. Todos estarán protegidos de cualquier peligro e intento de invasión de la violencia en sus vidas.
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