“Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras.” Hechos 7:22
Antes de ser educado en toda la ciencia egipcia y tornarse poderoso en palabras y obras en las que la ciencia egipcia lo capacitó, Moisés fue educado por su madre Jocabed, cuando ciertamente aprendió todo sobre la fe de Abraham.
No fue la ciencia egipcia ni la capacitación adquirida en el mundo egipcio lo que hizo que Dios Se le apareciera a Moisés, lo que le dio el poder para vencer al Faraón y lo que hizo de él un estadista e historiador, poderoso en sus batallas y conquistas.
Lo que hizo que Dios Se manifestara a él e hiciera de él el gran Moisés fue la fe de Abraham, la fe que su madre le trasmitió, fe que comenzó a practicar cuando renunció a su riqueza y a su futuro, quedando en la total dependencia de Dios.
“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.” Hebreos 11.24-27
Es obvio que la buena educación que adquirimos de nuestros padres, la disciplina y los conocimientos que recibimos en escuelas y universidades tienen su valor, pero cuando se trata de buscar a Dios y de encontrar en Él el auxilio y amparo que necesitamos, así como el cumplimiento de Sus promesas, ¡solamente la práctica de la fe de Abraham les da a todos SU manifestación!
La pregunta es: ¿En qué hemos apoyado nuestra vida?
La fe de Abraham es contraria a la razón.