“y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia.” Jeremías 3.15
La fe sin sacrificio solo sirve para engañar. El sacrificio es lo que identifica, muestra, prueba la existencia de la fe. Sin el sacrificio, la fe es ciega.
Lo mismo sucede con el bautismo con el Espíritu Santo. ¿Cuál es la prueba visible del bautismo con el Espíritu Santo? Yo sé que el Espíritu Santo testifica con nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Pero, para separar a la persona para la Obra de Dios, se necesitan señales de que ella fue bautizada con el Espíritu. ¿Y cómo se prueba eso? Solo cuando hay una prueba visible de la transformación de vida.
Así es con respecto a la fe. El Espíritu Santo, a través de Santiago, hace la misma observación con respecto a la diferencia entre la fe ciega y la fe sacrificial, cuando dice:
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras (sacrificio de obediencia), es muerta en sí misma.
Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras (obediencia).
Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
¿Mas quieres saber, hombre vano (se opone a la razón), que la fe sin obras es muerta?
¿No fue justificado por las obras (obediencia) Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras (obediencia), y que la fe se perfeccionó por las obras?
Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?
Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. ” Santiago 2.14-26
Llama la atención el versículo:
“¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?”
Quiere decir: La fe de Abraham fue acompañada del sacrificio de Isaac, su hijo. Recuerdo que Ester y yo estuvimos de acuerdo en sacrificar a nuestros hijos. En vez de invertir en su educación académica para que se sirvan a sí mismos y al mundo, optamos por invertir en la educación de la fe sacrificial, para servir al Dios Altísimo. Seguramente eso es locura para los que se pierden. No para nosotros, que vivimos en la fe abrahámica. Ninguno de ellos fue a la facultad, incluso teniendo condiciones de estudiar en las mejores universidades del mundo.
Ester y yo practicamos esta fe sacrificial que aprendimos de Abraham. Nadie nos mandó a hacer eso sino la Voz del Espíritu de la Fe.
Por lo tanto, la fe bíblica se refiere a la fe sacrificial que la propia fe exige. La fe sin obras, es decir, sin sacrificios, está muerta, de la misma forma que el cuerpo sin espíritu está muerto. Y prueba de eso es el hecho de que la mayoría de los creyentes en Jesús viva dentro de los límites de la penuria económica, familiar y, lo peor, espiritual.
Ningún milagro de Jesús fue realizado por la fe sin la acción del sacrificio. El ciego de nacimiento, en Juan 9, es un ejemplo. Jesús podía haberlo curado inmediatamente. No lo hizo porque el ciego no se lo pidió. Es decir, no esbozó la fe que llamara Su atención. Para despertarle la fe, el Señor tuvo que hacer lodo, “ensuciarle” los ojos y mandarlo al estanque de Siloé. En caso de que hubiera desobedecido, habría mostrado ausencia de fe y no habría sido curado. Su obediencia acompañada de sacrificio lo curó.
La esencia de la fe exige el sacrificio, a ejemplo del Propio Dios cuando ofreció a Su Hijo Jesús en sacrificio.
El sacrificio no se trata de la cantidad, sino de la calidad. El sacrificio perfecto involucra el alma de cada uno. Todos tienen condiciones de subir al Altar y sacrificar. Aunque la persona tenga disponible un centavo, si es su todo, para Dios representa su alma. Este es el perfecto sacrificio que el Altar exige.
Si no hay un perfecto sacrificio, el Altar no lo recibe y, a causa de eso, no responde.
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