Cualquier emprendimiento que una persona haga en este mundo siempre está sujeto a riesgos; se puede ganar o perder. Por ejemplo, la economía mundial ha mostrado que ha invertido en educación, proyectando la formación para el trabajo, pero no siempre esto ha traído buenos resultados. Muchas personas pasan años estudiando o perfeccionándose, con el objetivo de entrar en el mercado laboral mejor preparado para ser exitosas financieramente, y el resultado es que, infelizmente, no son pocos los recibidos desempleados y frustrados.
¡En el caso de la fe sobrenatural no sucede así! Hay garantías de Dios de que todo es posible a través del poder de la fe. De hecho, la fe es la energía divina dentro de nosotros, que nos privilegia con el derecho de proyectarnos hacia nuestro futuro. A partir del momento en que la persona invierte en la fe, toma posesión de la autoridad divina para determinar todo aquello que desea y quiere. Por la fe es posible visualizar el futuro y establecer metas a alcanzar, aunque naturalmente, las condiciones no existan o sean adversas. En ese aspecto, la fe es la herramienta con la cual se fabrica y se moldea el destino de la manera que se quiere.
La Palabra de Dios dice que todo es posible al que cree. Cuando decimos que nuestra vida está en las manos de Dios, en otras palabras estamos afirmando que nuestro futuro está en Sus manos también. Eso significa que confiamos enteramente en Él para dirigir nuestro rumbo, pero no necesariamente implica que debemos omitir aquello que queremos que nos acontezca. Muchos religiosos piensan que estar en las manos de Dios significa esperar que las cosas acontezcan independientemente de su deseo o voluntad.
La Biblia enseña que debemos pedir a Dios lo que queremos, esto es manifestar los deseos de nuestro corazón. Ciertamente nuestro Padre celestial está siempre listo para darnos aquello que es bueno para nosotros, ya que su voluntad es que seamos felices. Así, podemos pedir que Él cure nuestras enfermedades, que Él nos haga prosperar económicamente, que nos use en su obra y derrame sobre nuestras vidas todas las bendiciones posibles. Podemos pedir directamente, concretamente, exactamente aquello que queremos recibir. Es eso lo que llamamos determinación, y Dios se agrada de Sus hijos cuando ellos tienen osadía de exigir Sus promesas.
Fragmento extraído del libro “Misterios de la Fe” de Edir Macedo.