La fe inteligente, sobrenatural y sincera jamás se preocupa por el factor tiempo y sus circunstancias. El fervoroso cree en lo sobrenatural (invisible) porque sabe (tiene fe) que Dios honra Su Palabra. Por lo tanto, él desprecia tanto a las dudas con respecto al cumplimiento de las Promesas como al tiempo en el que ellas se cumplirán.
Quien, de hecho, cree, no está ansioso por saber cuánto tiempo va a llevarle ver la materialización de su fe. Solo se mantiene creyendo, sabiendo que, tarde o temprano, verá el resultado de la misma.
¿Cuál es la señal de la certeza de la fe sobrenatural?
No sé cómo explicarlo, porque cada uno tiene su convicción personal dada por el Espíritu Santo. Imagino que sea más o menos como cuando una mujer queda embarazada. Las sensaciones que siente en su cuerpo son diferentes de cuando no lo estaba. Mareo, rechazo a algunos alimentos o fuerte deseo de otros, sensibilidad a flor de piel, en fin, son síntomas que varían de una mujer a otra. Pero, una cosa es cierta: cada día su cuerpo va desarrollando a un nuevo ser que, tarde o temprano, va a nacer.
Así es el poder de la fe venido del Espíritu del Altar en los que creen. Y los creen, creen porque el Espíritu de Dios ha considerado oportuno revelárselos.
El Señor Jesús subió a los Cielos a la vista de 500 testigos. Cuando el Espíritu Santo descendió en el Día de Pentecostés, solo 120 fueron sellados. ¿Dónde estaban los más de 380 discípulos? Estaban dispersos porque no creyeron. No creyeron porque no aguardaron la promesa del Señor Jesús como los demás.
La riqueza de la fe no es para cualquiera. Orgullosos, egoístas y arrogantes se han quedado afuera de las riquezas de la fe y de la herencia de los verdaderos hijos de Dios conforme está escrito:
“¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del Reino que ha prometido a los que Le aman?” Santiago 2:5
¡Piense en eso!