Existía un rey que quería casar a su hijo, el príncipe. Para eso, eligió dentro de su pueblo a tres bellas doncellas y les pidió que se presentaran ante él en el palacio, pues una de ellas sería la elegida para casarse con el príncipe, volviéndose así una princesa.
Sin embargo, el rey avisó a las tres doncellas que tendrían que hacer una tarea para probar que estaban preparadas para ocupar tan noble cargo.
Para cada una de ellas, el rey le dio una semilla, diciendo: “ustedes plantarán esta semilla en un vaso y cuidarán con todo el amor y cariño. Al término de tres meses, se presentarán delante de mí. Yo examinaré cómo cuidaron esa semilla y lo que nació de ella. De esta forma, veré quién de ustedes está apta para casarse con mi hijo, el príncipe”.
Lo que las doncellas aún no sabían es que las tres semillas estaban muertas y que no nacería absolutamente nada.
Cuando los tres meses estaban casi por terminar, dos de ellas, al ver que la semilla no germinaba, decidieron burlarse de aquella situación: tomaron otra semilla, la plantaron y, poco tiempo después, la planta creció. Y así, se presentaron delante del rey.
La tercera doncella trajo el vaso con la tierra y la semilla enterrada, ya que no había germinado.
Delante de aquella situación, el rey reprobó a las dos doncellas y declaró: “Ninguna de ustedes puede casarse con mi hijo, porque no son verdaderas. Las semillas que les entregué no tenían vida, por eso no podían germinar”, dijo, señalando hacia la doncella cuyo vaso no tenía planta.
Y añadió: “pero ella será la elegida, porque es una mujer sincera”.
Sincero en todo
En un mundo de tantas apariencias, y que se volvió común aparentar ser quien no lo es, hay quien cree que ser sincero siempre termina en desventaja.
Por lo tanto, la lección que podemos extraer de esta historia es que quien camina en la verdad, nunca pierde.
El obispo Edir Macedo aclara que el grado de sinceridad de una persona está íntimamente conectado a la pureza de su fe. “Cuanto más sincera es una persona, más pura es su fe. El sincero rasga el alma, juega limpio, no disfraza y ni esconde su real intención. Él es quien es. Sí, sí; no, no. Tiente una posición bien definida delante de los seres humanos y de Dios”, aclara.
Así como escribió el apóstol Pablo, en la carta a los Corintios:
“…procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres.” 2 Corintios 8:21
Actitudes íntegras confirman la pureza del corazón, intenciones y pensamientos justos.
“El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño. Él recibirá bendición del Señor, y justicia del Dios de salvación.” Salmos 24:4-5
“Solamente así el ser humano permanece en intimidad con el Altísimo. No sirve solo tener la intención de agradarlo, es necesario poner ese deseo en práctica. Es decir, vivir lejos del pecado e de intenciones maliciosas. Quien actúa así disfrutará de Su justicia, fidelidad, presencia y Salvación”, explicó el obispo.
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