Tanto para los nacidos como para los que están siendo generados por el Espíritu Santo, las tribulaciones son tremendamente importantes en el desarrollo de la fe cristiana. Si no fuese así, Dios las eliminaría de en medio de Sus hijos.
¿Qué es la tribulación?
Dolencias, enfermedades, problemas económicos o familiares, no tienen nada que ver con las tribulaciones.
Las tribulaciones involucran problemas relacionados exclusivamente con la fe cristiana. Persecuciones, injusticias, humillaciones, chismes, traiciones y calumnias de hermanos son algunas de las situaciones que afectan directamente a la fe.
El Espíritu Santo ha orientado a sus hijos a no gloriarse solo con la esperanza de la salvación. ¡Sino también a gloriarse del precio a pagar por esa gloria!
Es decir, si hay alegría y gozo en la certeza de la salvación del alma, ¡también debe haber alegría y gozo cuando se experimentan las tribulaciones de la fe! Romanos 5:1-2.
Muchas veces el cristiano siembra lo que no sirve y cosecha sus frutos podridos. Luego lamenta su “cruz pesada”.
Es el caso de casamientos equivocados, prostituciones, mentiras, calumnias, y una serie de frutos de la carne. Todo esto genera conflictos, tristezas y dolores. ¡Pero no relacionados con la fe!
Las verdaderas tribulaciones siempre les traen beneficios a los de la fe. Y Dios las permite para nuestro bien.
El Señor enfatizó doblemente la gloria de los atribulados por la causa de la fe cuando dijo:
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia… (¡No por causa del pecado o de la injusticia cometida!) … Bienaventurados sois cuando por Mi causa os vituperen y os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos porque vuestro galardón es grande en los cielos…” Mateo 5:10-12
La gloria de esa tribulación es lo que produce perseverancia, experiencia y esperanza. Virtudes indispensables en el mantenimiento de la salvación del alma.