Hace 6 meses el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, prometió librar al país de las drogas, del tráfico y de la violencia, y para eso no está escatimando esfuerzos- ni vidas. Hasta el momento, más de 6 mil personas adictas a las drogas ya murieron en ataques policiales o por vigilantes. Y unos 900 mil adictos se entregaron a las autoridades, lo que generó la confiscación de una gran cantidad de estupefacientes.
El Gobierno celebra, creyendo en la extinción del problema, pero la población sigue sufriendo al ver los cuerpos esparcidos por las calles (para que sirvan de ejemplo, según Duterte) y las familias enterrando a sus seres queridos (foto).
Ernesto Abella, portavoz del Gobierno, dijo que es necesario considerar el problema de las drogas no solo como de seguridad nacional, sino como un problema de salud pública. “Los índices de criminalidad han disminuido significativamente, lo que dicen la mayoría de esos criminales es que estaban relacionados con las drogas”, afirmó.
El presidente adoptó una postura extrema para terminar con el uso de las drogas, pero terminó creando otros problemas. Si por un lado los datos muestran la disminución de la criminalidad, por otro, la población sufre la brutalidad de ese régimen, que no elimina la raíz de todo el mal: el espíritu del vicio. Ese mal solo se vence por medio de la fe en el nombre del Señor Jesús.
Los domingos a las 15h, en la Universal de Almagro, Av. Corrientes 4070, se realiza la reunión de la Cura de los Vicios, para ayudar a todos los que son esclavos de cualquier dependencia.
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