En la Biblia está escrito que el Señor Jesús vio una higuera cuando tenía hambre, sin embargo, al acercarse a esta, notó que no tenía frutos, porque estaba fuera de temporada, por eso la maldijo.
«Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si quizá pudiera hallar algo en ella; cuando llegó a ella, no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Y Jesús, hablando a la higuera, le dijo: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y Sus discípulos Le estaban escuchando.» Marcos 11:12-14
A los ojos humanos, fue una actitud intolerante, incluso nos llega a espantar la reacción del Señor Jesús.
En la práctica, ¿qué significa aquella actitud en nuestras vidas?
Que no es suficiente seguir al Señor Jesús o participar de un grupo en la iglesia, porque en aquel momento los discípulos también Lo seguían por el camino, es necesario que el verdadero discípulo dé frutos del Espíritu Santo en todos los momentos y en todas las áreas de su vida.
Al conocer la verdad, pasamos a tener un espíritu humilde, porque aceptamos a Jesús como nuestro Salvador. Hoy somos nosotros los que estamos en el camino y somos puestos a prueba en todo momento para demostrar si nuestro corazón es humilde.
No obstante, muchos, cuando tienen que manifestar los frutos del bautismo con el Espíritu Santo, demuestran la infertilidad de un corazón que no nació del agua y del Espíritu.
«Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.» 1 Juan 3:18
En otras palabras, al Señor Jesús no Le importó la estación del año en la que Se acercó a aquella higuera buscando frutos.
Él ya Se acercó a nosotros, ¿y qué encontrará en nuestros corazones al momento de la prueba?
El deseo del Señor Jesús es que seamos completos: Un árbol que dé frutos todo el tiempo. Para que seamos conocidos por todos como testigos vivos de Él, teniendo no solo un espíritu humilde, sino un corazón humilde.
De esta manera, aprenderemos a estar en el camino junto al Señor Jesús.
Que hoy seamos usados aún más que antes.
Obispo Júlio Freitas