¿De qué signo sos? ¿Cuál es tu número favorito? ¿Qué animal te representa en el horóscopo chino? Son algunas de las preguntas que solemos escuchar en conversaciones triviales. Sin embargo, reflejan una costumbre instalada en una buena parte de la sociedad, que basa sus actitudes o proyectos en lo que le diga la suerte.
¿Cuántos han pospuesto planes o cancelado proyectos porque los “astros” no les eran favorables? Han dejado pasar oportunidades porque creen que una fuerza externa que no pueden manejar rige sus vidas, al punto de estar pendientes de lo que digan, o no, para tomar una decisión que puede cambiar sus vidas.
“Es una cuestión de fe, de creencia”, pueden decirme, y no se equivocan, cada uno elige creer en lo que quiere (o puede). Sin embargo, esa fe no trae ningún resultado positivo, sino que ata a la persona que la profesa a las condiciones externas, si la Luna está acá, si el Sol está allá… En fin, una enorme serie de condiciones a cumplir para dar un simple paso en cualquier dirección. “Ay, conocí a un chico que es un amor, pero nuestros signos no son compatibles”, es un ejemplo clásico de este comportamiento. ¿Puede la posición de las estrellas influir en una relación amorosa? ¡Claro que no! Son estrellas y nada más que eso. El problema está en que esas prácticas se usan como excusas para tapar miedos y traumas pasados. Es más fácil decir que “nuestros signos no son compatibles” que asumir que existe algo en su interior que no está bien e impide que se dé una oportunidad para ser feliz.
La fe inteligente es diametralmente opuesta. Es creer que es posible lograr lo que uno se propone y se basa en las promesas que Dios dejó plasmadas en Su Palabra. Si deseo ser feliz en el amor, debo creer en la promesa que Dios hizo, por ejemplo: “Y dijo el Señor Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.”, (Génesis 2:18). Si estoy enfermo: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.”, (Isaías 53:4), o sea que si el Señor Jesús llevó las enfermedades en la Cruz, no tengo porqué sufrirlas hoy.
Hay más de ocho mil promesas en la Biblia, por lo que necesitaríamos alrededor de 22 años para verlas a todas cumplidas.
Está escrito: “El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará.”, (Eclesiastés 11:4), ¿va a seguir perdiendo tiempo esperando que se den las condiciones favorables o será usted, a través de su fe, quien las creará para ser feliz de una vez por todas?
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