Hacer una prueba para comprobar si algo es verdadero o falso no es difícil. Usted debe simplemente hacer lo que es sugerido y ver qué sucede después. El resultado dirá si la información que usted recibió es real o irreal, si funciona o no funciona, si procede o si es mentira.
Las personas diariamente hacen eso. Prueban un producto, una dieta, siguen la orientación del GPS, las instrucciones del médico, el consejo de los padres y de los amigos… Pero, ¿por qué el ser humano se muestra tan resistente a probar a Dios, si eso también se resume a hacer lo que Él dice y juzgar por los resultados?
Dios nos hace la siguiente invitación:
Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en Mi casa; y PROBADME AHORA EN ESTO, dice el SEÑOR de los Ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Malaquzías 3:10
Es extremadamente simple: usted hace lo que Él orienta (trae los diezmos) y observa los resultados (si Él derramó bendiciones hasta que sobreabunden o no). Solo así podrá decir si esta palabra es verdad o mentira. Y usted puede hacerlo no solo en relación a los diezmos, sino a todas las demás promesas del Altísimo.
Dios no solo nos da el derecho de probar Su Palabra, sino que también nos invita a hacerlo. Él es el más interesado en que usted vea la acción de Su Poder, y tome consciencia de lo que Él hace y de Quién Él es. Y, para eso, usted solo necesita practicar para con el Altísimo lo que ya practica para con el hombre. ¿Qué dificultad hay en eso?
Si usted no tiene coraje para aceptar la simple, pero decisiva, invitación de Dios, una de dos: o tiene miedo de descubrir que estuvo equivocado en su creencia durante toda su vida o ya sabe que es verdad, pero prefiere vivir en la mentira.