Derlis: “Mi infancia fue difícil porque somos muchos hermanos y pasábamos necesidades. Mi papá, en ese tiempo, era duro y frío; se peleaba con mi mamá y nos pegaba. A medida que fui creciendo, me volví acomplejado, no creía en mí, pensaba que nunca iba a salir de esa situación; eso me daba miedo.
A los 17 años vine a Argentina para buscar una vida mejor, pero todo seguía igual. A través de amistades entré al vicio del alcohol. Trabajaba de lunes a viernes, salía todos los fines de semana, tomaba mucho, y lo que ganaba lo gastaba todo en bebidas.
Conocí a mi esposa y decidimos vivir juntos, al principio nos relacionábamos con respeto y cariño, pero después surgieron los problemas. Me invitaban a salir y yo la dejaba sola.
Ella me reclamaba por lo que hacía, igual me iba. Empezaban las discusiones, y luego las agresiones, incluso físicas. Me di cuenta de que terminé haciendo lo mismo que mi papá, me impactó mucho porque me vi reflejado en él, no era feliz.
El peor momento fue un domingo que tuvimos una fuerte pelea. Yo estaba medio tomado, llegué a casa y ahí estaba ella, esperándome. Ese día la lastimé, hice que sangrara y le echaba la culpa.
Después de que mi suegra nos invitara varias veces, llegamos a la Universal, un domingo. Todo fue mejorando de a poco, a través de la obediencia a la Palabra y a la perseverancia. Hoy estoy libre de los complejos, de los miedos y ya no tengo vicios. Mi vida sentimental fue restaurada, nos casamos y soy feliz gracias a Dios”.
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