Sabemos que Dios suscitó líderes en Israel, en diferentes ocasiones y en diferentes situaciones. Pero el llamado de Gedeón fue un caso aparte, haya visto que el ángel del Señor, que probablemente era el propio Señor Jesús, haber ido personalmente a encuentro de él.
La aparición del Señor, en el llamado de Gedeón, muestra que él tenía algo que le diferenciaba de sus antecesores. Dios no apareció para todos los que eligió. Solamente algunos tuvieron este privilegio, de entre los demás podemos citar a Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y Josué.
Gedeón hace parte de esta lista especial de nombres, pues su corazón palpitaba de acuerdo a la voluntad de Dios. Su profunda expresión de indignación era, en realidad, la misma de Dios.
El sufrimiento y el dolor de un pueblo despierta, en aquellos que son llamados, el sentimiento que Dios tiene por la humanidad, es decir, indignación en contra de las situaciones injustas, desfavorables y desiguales. Cuando alguien siente este mismo dolor de Dios, es una señal de que tiene su llamado. En el dialogo con el ángel, Gedeón manifestó lo que Dios tenía en el corazón, la indignación por la calamidad impuesta por los enemigos a su pueblo. Por esto, Dios estuvo personalmente con Gedeón.
Sin embargo, he aquí la actitud de aquél hombre: “Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Dónde están todas esas maravillas que nuestros padres nos han contado? Pues decían: “¿No nos sacó el Señor de Egipto? Y ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de los madianitas.” (Jueces 6:13)
A los ojos de Gedeón, era inaceptable creer en un Dios Omnipotente y vivir oprimido por los enemigos. ¿Cómo era posible creer en un Dios todopoderoso y vivir en el límite de la desesperación y el dolor? solamente la fe desprovista de inteligencia puede vincular la creencia en Dios con el hambre y la miseria; con las deudas y hogares destruidos, en fin, con la desgracia total.