Después de 17 años, Sue Klebold dice cómo se siente. Ella es la madre de uno de los adolescentes que, el 20 de abril de 1999, mataron a 12 estudiantes y a un profesor, e hirieron a otras 21 personas, el caso que se conoció como la Masacre de Columbine, ocurrió en el Instituto Columbine, en el condado de Jefferson, Colorado, Estados Unidos.
Desde entonces, Sue sufre al recordar lo que hizo su hijo y pensar en las familias de las víctimas. Esta semana, ella le declaró a la BBC: “Estuve meses sin poder creerlo. Y cuando supe que el plan inicial de ellos era matar a todos… Cuando pensé en la magnitud de eso, pensé que no iba a sobrevivir.”
Su hijo, Dylan, tenía 17 años en ese momento y se quitó la vida también ese día. Sue y su esposo no se habían dado cuenta, pero el joven ya tenía problemas psicológicos con tendencias suicidas desde hacía 2 años.
Ahora, Sue lanza un libro en el que cuenta lo que ha vivido en estas casi dos décadas. El título es: “A Mother’s Reckoning: Living in the Aftermath of the Columbine Tragedy” (El juicio de una madre luego de la tragedia de Columbine”, en una traducción libre).
Ella habla sobre aquel día, en el que el hijo salió de la casa golpeando la puerta sin razones aparentes: “Lo que más quería era haber agarrado a Dylan aquella mañana y haberle dicho: “Siéntate aquí. No te vas a ningún lugar. Vamos a conversar.””
Vamos a conversar
Dylan era como los miles (o millones) de jóvenes que se sienten incomprendidos en todo el mundo, desplazados socialmente y que desarrollan problemas psicológicos a causa de eso. La violencia está en la rutina de las instituciones educativas, tanto entre los alumnos como en relación a los profesores.
Para evitar que situaciones graves como esta sucedan, es fundamental que se establezca una relación de amistad y confianza entre padres e hijos. Sue Klebold lamenta no haber llamado a su hijo para conversar aquella mañana. Para que ese mismo lamento no alcance a otras familias, la solución es simple: conversar.
“En los días de hoy existen padres que no tienen tiempo para sus hijos y por eso intentan suplir su ausencia con regalos y haciendo lo que ellos quieren”, afirma la escritora Tânia Rubim. “Eso no está bien. Nada puede sustituir la conversación que usted tiene con su hijo, algo que usted le enseña, el día que salen juntos, una oración que hace con él antes de dormir. Parecen detalles, pero marcan la diferencia. Los niños necesitan atención.”
El hecho de que Sue no haya notado los problemas psicológicos de Dylan antes de que la tragedia suceda no la hace negligente, solo la coloca en el mismo lugar de muchos padres que, involucrados con los problemas diarios, no se dan cuenta de los cambios en el comportamiento de sus hijos o no creen que esos cambios sean tan significativos.
Durante una de las reuniones de la Transformación Total de Padres e Hijos, ministrada por la pareja Renato y Cristiane Cardoso, los domingos, en el Templo de Salomón, él afirmó: “Uno de los papeles más importantes del padre y de la madre es enseñarle a sus hijos a solucionar, lidiar con sus problemas. Desde los pequeños hasta los mayores.”
Y Cristiane agregó: “Lo que hacen muchos padres es criticar cuando su hijo está molesto, gritando, golpeando la puerta. En lugar de ponerse en el mismo nivel infantil, molesto, con las emociones a flor de piel, en vez de entrar en ese juego, usted en ese momento debe ser la persona controlada.”
Ellos recomendaron que los padres hablen con sus hijos seria y sobriamente, llevándolos a explicar lo que está sucediendo y haciendo que reflexionen y piensen en una solución para el problema.
Construir esa relación de complicidad e incentivo puede salvar no solo la vida de su hijo, sino también la de muchas personas a su alrededor.
Sepa más sobre cómo establecer una relación saludable con sus hijos participando de la reunión de la familia, que se realiza todos los domingos en la Universal.
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