La Madre espiritual me recibió sin recriminar, sin esperar nada a cambio, incluso porque yo no tenía nada que ofrecer.
Antes de llegar a la Universal, yo salía por la noche caminando por las calles de Vitória, en los paradas de autobús, buscando por el suelo un ticket de transporte que alguien hubiera perdido, para poder intercambiarlo y comer algo, ya que no tenía nada en casa para comer.
Iba a la casa de mis familiares en horarios en los que sabía que ellos estaban preparando la comida para poder alimentarme, pero, como iba muchas veces, llegó un momento en el que ellos dejaron de atenderme, pues conocían mi intención de ir por la comida .
Ni sé cuántas veces me quedé esperando en la puerta, sin que nadie me recibiera …
Y volvía a casa y comía pan con azúcar para aliviar el hambre, pues era el único alimento que tenía.
¡Y así fue como Universal me acogió!
Recuerdo que me senté en la penúltima fila, no tenía fuerza ni para levantar la cabeza para orar, me sentía una basura, con mi corazón sucio, mi cuerpo marcado por las peleas y sucio por mis tatuajes y la mente corrompida por mis complejos, pérdidas y fracasos.
Sin embargo, fui recibido con un amor y una aceptación que no conocía, no había un día que yo fuera a la iglesia que no viniera un obrero, una obrera o un pastor a conversar conmigo.
Después de tratarme y limpiarme, mi Madre espiritual me presentó a mi Padre. Yo que me sentía huérfano de padre, pues no veía a mi padre físico desde los 7 años, fui hecho hijo del Altísimo y conocí un amor que jamás había imaginado.
Con ese amor, vino el cuidado, la enseñanza de disciplina, de conducta, de carácter. Me enseñó a ser hijo, a ser padre, a ser marido, creyó en mí más de lo que yo mismo creía, por eso, ¡estoy eternamente agradecido y reconozco que el hombre que soy es por el Padre y la Madre (iglesia) que tengo!
¡Que millones de hijos sigan siendo generados por nuestra Madre!