Muchas mujeres dan a luz, pero no saben ser madres. La verdadera madre es sinónimo de renuncia, sacrifica sin esperar nada a cambio.
Ser madre de verdad es ser un referente positivo de conducta, de amor, de paciencia, de comprensión y, por encima de todo, de carácter. A veces tenemos que comprender y no ser comprendidas, pues nuestros hijos tienen dificultades para entender que siempre queremos su bien y a veces no lo ven de esta manera.
La madre que es madre sufre junto al hijo, y sonríe cuando este está sonriendo; comparte todos los momentos felices y tristes de sus hijos, y con eso ellos tienen una confianza total en nosotras.
Pero existen también tipos de madres que perjudican el crecimiento de su hijo, como la madre sobreprotectora, que nunca deja que su hijo enfrente sus propias dificultades. O la madre negadora, que encubre los errores del hijo. También tenemos la madre desubicada, que no sabe ponerse en su lugar de madre.
Una madre de oración es sabia, nunca desiste de sus hijos, por más que la situación sea mala, ella sabe usar las armas que posee, que es la oración, los propósitos y los ayunos.
Ser madre es la mayor responsabilidad que una mujer puede tener. Ella recibe de Dios una misión y una de las mayores características de la madre es la capacidad de luchar por su hijo en cualquier situación.
Entonces, la verdadera mejor madre es todo eso y un poco más. No vemos dificultades, sino oportunidades de formar a nuestros hijos en el camino correcto.
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