El Evangelio de Mateo (15:21-28) habla de una mujer cananea que fue al encuentro de Jesús mientras él andaba por las tierras de Tiro y Sidón. Ella seguía a la multitud y clamaba: “… Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí”. Aún oyendo, Jesús no le contesto a aquella mujer. Hasta los discípulos rogaban al Maestro en favor de ella, pero la Biblia dice que Jesús se mantuvo en silencio. En el Libro de Marcos (7:24-29), la misma mujer es descrita como griega o sirofenicia, que no conocía a Cristo, pero sabía que solo con Él podría alcanzar lo que tanto deseaba: la liberación de su hija, que vivía atormentada por un espíritu maligno.
Persevere
Los que estén luchando por un familiar, que medite en este pasaje de la mujer cananea. A pesar de haber perseguido al Maestro, clamando por un milagro, aun así, Dios no le dio lo que necesitaba de inmediato. No sirve solamente acercarse a Jesús para que escuche. Él también necesita hablar con ella. Solamente cuando ella escucho la voz de Cristo, lo adoró colocando delante de Él toda su fe, fue cuando el milagro sucedió.
Aprender la lección
Muchas personas le han dicho que su sueño es irreal, que su familiar no tiene remedio. No de oídos. Haga como la mujer cananea. Este firme, siga caminando, aproxímese a Jesús y obtenga su milagro.No se rinda delante de los problemas. Aunque el Buen Maestro no responda, Él esta oyendo. El está escuchando su clamor. Y solo su fe es capaz de hacer con que el milagro suceda. Esta fe solo se concreta a través de la persistencia.
Jesús tiene la capacidad de hacer que las personas se muevan al campo de la fe. Y fue lo que hizo la mujer. Aun delante del silencio de Dios, ella no desistió, continuó creyendo que obtendría la victoria. Y que así como la mujer cananea usted también pueda oír de Jesús: “Oh mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como quieres. Y fue sana su hija desde aquella hora” (Mateo 15:28)