Una declaración de la empresaria y ex modelo Joana Prado (casada hace 14 años con el luchador de MMA, Vítor Belfort) en una red social, posteada recientemente, dio que hablar. Todo porque afirmó que había encontrado el equilibrio entre la sumisión y la independencia en relación a su esposo. “Logro ser totalmente sumisa a mi marido y ser una mujer totalmente independiente, administrando mis empresas y negocios”, escribió ella.
Buena parte de los seguidores de Joana entendió como si ella fuese una esclava o algo por el estilo en relación a su marido. Pero, ¿sería la sumisión sinónimo de la esclavitud?
Hay dos puntos importantes para que reflexionemos: la sumisión puede existir con consentimiento (obediencia) del otro o sin consentimiento (esclavitud). De acuerdo con el diccionario, la palabra “sumisión” significa “acto o efecto de someterse; sujeción al dominio de otro; que es servicial; obediente”.
Sin embargo, con la evolución de la sociedad, algunos términos van perdiendo su real significado. Y la sumisión es uno de esos términos que en muchos momentos no condicen con la realidad. En el caso de Joana, en ningún momento vemos a la sumisión como una “mujer infeliz” o una “esclava del marido”, la manera como algunos la ven. En las palabras dichas por la empresaria queda claro que ella no se ve como una alfombra de su marido, sino como una esposa obediente, humilde, realizada en pro del éxito de la unión de la pareja.
En el libro “Mejor que comprar zapatos”, la escritora Cristiane Cardoso explica que la sumisión no significa que la esposa deba someterse al punto de ser infeliz, perder su fe o, incluso, destruir a su propio marido. “Dios nunca dijo que las esposas deben ser tratadas como esclavas y jamás despreció a los seres humanos.” La autora además destaca: “Tenemos que someternos, pero no debemos ser tontas al punto de que destruyamos a nuestros maridos o a nuestra fe en Dios. Sométase solo si fuera para ayudar; en caso contrario, su sumisión puede destruir todo por completo.”
Para la auxiliar administrativa Franceslí Laranjeira, de 61 años, la palabra sumisión es entendida de forma peyorativa y no sublime como debería. “No me siento sumisa de forma peyorativa. Es una sumisión sublime. Dios puso al hombre como cabeza, pero eso no significa que mi marido es el Señor, sino que yo soy su auxiliadora, su ‘cuello’, dice. Además agrega: “Al principio no pensaba así, pero después de 28 años delante de Dios, el matrimonio comenzó a ‘ser un éxito’ y hoy son 40 años de una feliz unión.”
En el libro “Matrimonio Blindado”, el autor Renato Cardoso explica que “la mujer que no se somete a su marido termina castrándolo sin querer. No es su intención, pero hace de él un “Don nadie”. Sin respeto, el hombre pierde la esencia masculina. Cuando usted no le cede ese papel en el matrimonio, él no se siente respetado y deja de cumplir su papel de hombre de la casa”.
Delante de esto, nos toca a cada una de nosotras reflexionar y tomar la decisión de ser o no sumisas. ¿Cuál es su elección?
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