Esta fue la promesa hecha por Dios a Abraham, con el fin de llevar adelante el plan de Salvación de la humanidad. A partir de ese único hombre, surgiría una nación especial, separada para el nacimiento del Salvador, el Señor Jesús. Y Abraham cooperó para que eso fuera posible. Aun hoy, después del sacrificio de Su Hijo, Dios continúa contando con la cooperación de hombres y mujeres dispuestos a ayudar en ese plan. Y, así como la nación nacida de Abraham cooperó para que este fuera exitoso, la nación nacida de nosotros también debe cooperar.
Sí, de cada persona nace una nación. Todos los seres humanos influencian e inspiran a muchos otros a su alrededor, siembran pensamientos, ideas y esparcen opiniones. El problema es qué tipo de contenido estamos esparciendo por ahí, y qué nación está surgiendo a partir de nosotros.
Esaú formaba parte de la nación elegida por Dios, a causa de su desvío interior, terminó separándose de ella, y generó una nación rechazada por Dios. Él tenía todo para cooperar con el plan de Salvación –la sangre, la primogenitura, el coraje y la admiración del padre–, menos la fe. Esaú no generó una nación elegida por Dios porque él mismo no era elegido por Dios. A diferencia de Jacob, que tuvo su nuevo nombre, Israel, usado para identificar al pueblo que Dios había separado.
De la misma manera, muchos tienen todo para cooperar con el plan de Salvación –están en una iglesia guiada por el Espíritu Santo, conviven con personas de Dios, tienen buena reputación, títulos, responsabilidades– pero no tienen más la fe ni la visión de ganar almas. Por eso, se desvían del enfoque y comienzan a pensar en sí mismos. Entonces, abren nuevas iglesias y llaman a personas para que vayan con ellos. Dejan de formar parte de la nación elegida para construir una nación rechazada. Lo peor de todo es que generan personas con el mismo desvío que existe dentro de ellos, una gran multitud que, en vez de cooperar con el plan de Dios, terminan por estorbarlo.
Nosotros solo logramos generar aquello que somos. ¿Qué tipo de nación está naciendo a partir de usted? ¿Está cooperando para que el plan de Dios sea exitoso o fracasado?
“Y pondré Mi pacto entre Mí y ti, y te multiplicaré en gran manera.”, (Génesis 17:2). Si el Espíritu de Dios se encarga de multiplicar las naciones nacidas de Sus hijos, el diablo también se encarga de multiplicar las naciones nacidas de los suyos.
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