En el antiguo Egipto, el sol estaba representado por un dios llamado Ra. Los egipcios lo consideraban el dios del cielo, del sol y del origen de la vida. Sus creencias afirmaban que, todas las noches, Ra luchaba con la serpiente Apofis y, al vencerla, la luz derrotaba a las tinieblas y un nuevo día comenzaba.
La novena plaga, la penúltima manifestación del poder de Dios antes de que el Faraón dejara partir al pueblo hebreo, consistió en tres días de absoluta oscuridad en todo Egipto, tal como lo describe la Biblia: “El Señor dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tanto que cualquiera las palpe.
Y extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones.”, (Éxodo 10:21-23).
El propósito del Dios de Israel con esta nueva plaga fue demostrar Su Poder ante una de las divinidades más adoradas y, supuestamente poderosas, de la mitología egipcia. Los faraones se consideraban a sí mismos “hijos de Ra”, e incluso sus reencarnaciones, por lo que permanecer tres días en la más absoluta oscuridad fue un duro golpe para las creencias del pueblo.
Fuente: Folha Universal
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