¿Se acuerdan ustedes de los diez leprosos?
“Y al entrar en una aldea, Le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando Él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a Sus pies, dándole gracias; y este era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?” Lucas 17:12-19
Jesús sabía que todos los leprosos serían curados, pero que solo uno regresaría para agradecer. Quiere decir, el que había sido sanado y volvió a Jesús, era el que estaba ofreciendo la ofrenda alzada.
La ofrenda alzada es la ofrenda desinteresada, que nace dentro del ofrendante. Y es el Espíritu Santo el que mueve nuestro corazón para hacer la ofrenda alzada, que es la ofrenda que alaba y agradece a Dios por la provisión de todo lo que Él nos ha dado.
Desafortunadamente, existen muchos expastores, exobreros, exmiembros, que fueron tan beneficiados, curados de tantas lepras, enfermedades, miseria, vicios, pero ¿dónde están ellos? ¡Están del lado de afuera!
De hecho, son más los que fueron bendecidos un día y se fueron que los que volvieron. Eso se debe a que no consideraron a Dios como el Señor de sus vidas.
Dios le dio Su Ofrenda Alzada al mundo entero, el Señor Jesús.
¿Pero quién Lo ha reconocido? ¿Quién ha respondido con gratitud?
La Biblia nos enseña:
“… vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 1 Pedro 2:5
Entonces, la ofrenda alzada no es solamente esa ofrenda física, sino que también son los sacrificios espirituales, son las confesiones de alabanza de nuestros labios, nuestras oraciones.
Y para hacer ese tipo de ofrenda, no necesariamente tenemos que estar en la iglesia. En cualquier lugar que estemos, tenemos el derecho y el privilegio de hacer esa ofrenda espiritual.
Por eso, cuando nos referimos a temas concernientes al Reino de Dios, quien está afuera del Reino de Dios no entiende. Ya que las cosas espirituales se disciernen espiritualmente.
A fin de cuentas, la ofrenda es un asunto de extrema importancia, pero quien no tiene consciencia espiritual, quien no nació del Espíritu Santo, no entiende.