Cuando oramos con sinceridad y fe, no nos preocupa mucho la respuesta. Claro que queremos ver los resultados, pero la oración ya cumplió su principal objetivo: acercarnos a Dios.
Cuando oramos, derramamos nuestra alma, por lo tanto, Él ya nos escuchó. Esto es maravilloso, porque en un mundo donde nadie tiene tiempo de escuchar, hay Oídos Amables esperándonos.
Oremos, no para cambiar a Dios ni Sus planes, sino para tener comunión con Él.
Luego, oremos para que haya orden en nuestro interior, porque, antes de que Dios cambie las circunstancias, Él nos cambiará a nosotros.
Obispo Júlio Freitas