El hecho de que Dios haya liberado al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto no fue suficiente para que ellos fueran fieles. A pesar de haber probado la grandeza de Dios, cuando surgieron los obstáculos comenzaron a murmurar. Llegaron al punto de desear haber continuado bajo el yugo del faraón a tener que enfrentar las luchas del desierto. Razón por la cual deambularon por el desierto durante 40 años, cuando podrían haberlo atravesado en apenas algunos días. Todo por la dureza de corazón.
Dios había escogido a Moisés y a Aarón para guiar a los hebreos a la Tierra Prometida, pero ellos se levantaron en contra de los siervos de Dios porque no estaban dispuestos a enfrentar las dificultades que les sobrevinieron. En lugar de permanecer creyendo en Aquel que con mano fuerte los libró de la opresión de Egipto, prefirieron dudar y revelarse en contra de los ungidos de Dios.
Para resolver el problema de la insumisión de aquel pueblo, Dios tuvo que mostrar a través de señales que Moisés y Aarón eran Sus escogidos y que, por lo tanto, debían ser respetados como tales. Vean que, a pesar de que todos estuvieran, supuestamente, en la presencia de Dios, ¡no todos eran fieles! Ahí está la diferencia.
“Florecerá la vara del hombre que Yo escoja, y así haré cesar delante de Mí las quejas que murmuran los hijos de Israel contra vosotros“ (Números 17:5).
“Para que la vida florezca y se fructifique, cada uno tiene que asumir su fe y escribir el nombre sobre su vara, llamando a la responsabilidad sobre sí mismo. Le corresponde a cada uno extender sus raíces, decidiendo por sí mismo ser fiel a Dios, convirtiéndose en diezmista, mostrándole que Él está en primer lugar en su vida. Y, si usted mira en el diccionario, diezmo quiere decir la décima parte, pero para Dios representa la señal que usted Le da de que Él está en primer lugar en su vida y de que usted Le es fiel. Y, por eso mismo, usted tiene que florecer y fructificar, ya que así todos verán la obra de Dios en su vida, que usted es Su hijo y que hay una diferencia entre los hijos de Dios y los hijos de las tinieblas, poniéndole un punto final a la murmuración.
Siempre existieron y existirán personas negativas y que quieren contaminar a los demás con su negativismo, entonces, que su testimonio, tal como el de Aarón, sirva de ejemplo para ellas. Pues, cada vez que alguien murmura, reniega, blasfema y culpa a los demás, se está matando a sí mismo porque es como inyectar veneno en su propio sueño, el cual comienza a debilitarse, a menguar, terminando por morir. Entonces, sólo existe una forma de combatir el mal, o sea, usted debe tener una raíz de fidelidad!” concluye.
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