“Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado…” Marcos 10:52
Esta era la respuesta de Jesús para todos los que alcanzaban el milagro que tanto buscaban.
Podemos notar que no era Jesús Quien los curaba, sino que la fe que ellos manifestaron era la verdadera responsable de la cura. Si fuera Jesús el responsable de la cura y salvación, todos, sin excepción, serían curados y salvos. Pero, como es la fe la que cura y salva, solo los que manifestaron la fe fueron curados y salvos. ¿Y por qué unos recibieron y otros no? Porque estos manifestaron la fe, y los otros no. Lo mismo sucede en los días de hoy – es así como funcionó, y es así como continúa funcionando.
El Señor Jesús quiso dejar bien en claro que para que recibamos aquello que queremos, depende exclusivamente de la fe que manifestamos. El hecho de que usted sea una buena persona o de que Dios exista no es suficiente para que usted alcance los milagros. Sabemos que, si hacemos el bien, cosecharemos los frutos, y que es Dios Quien concede las bendiciones, pero solamente por la fe conquistaremos lo que necesitamos. La fe es la moneda de intercambio, el precio a ser pagado para tomar posesión de lo que deseamos de Dios.
¿Por qué unos conquistan más, otros menos, y otros nada, si el Dios que buscan es El mismo? La diferencia no está en el Dios a que buscan, sino en la fe que manifiestan. Los que conquistan más, manifiestan más la fe; los que conquistan menos, manifiestan menos la fe; y los que no conquistan nada, no manifiestan la fe. Lo que diferencia una fe de la otra no es el tamaño, sino cuánto es ejercitada, cuánto es manifestada.
Su bendición no depende de Dios ni de terceros. Si dependiera de Dios, Él ya se la habría concedido desde el principio. Y, si dependiera de terceros, usted probablemente no alcanzaría nada. Pero su bendición depende de usted, depende de la fe que usted manifiesta.
La fe, así como la salvación, es individual e intransferible –ni siquiera Dios puede hacer su parte. Por eso, no sirve apoyarse en la misericordia de Dios esperando que algo caiga del cielo, tampoco que vaya en la fe de terceros. Vaya en su fe, para cosechar lo que usted tiene disposición para sembrar y para alcanzar aquello que usted cree que puede alcanzar.
Ahora, vaya, porque SU fe lo va a salvar.