Él fue un esclavo que debió luchar por su supervivencia desde sus primeros días de vida. Para no ser asesinado por las manos del Faraón, que mandó a ejecutar a todos los bebés del sexo masculino por temer al crecimiento del pueblo hebreo, su madre lo puso en una canasta y lo lanzó al río. El destino de Moisés ahora estaba en las manos del Dios Eterno.
Moisés fue criado en medio de todo el lujo y la ciencia egipcia. La mayor civilización de la época intimidaba por la riqueza, magia, sabiduría y, sobretodo, por el poder. Aún más con la presencia de las monumentales y enigmáticas pirámides y esfinges. Pero, si por un lado Egipto ostentaba con sus ciudades ultramodernas, por otro, oprimía. Esclavos hebreos, descendientes de Abraham, Isaac e Israel, el pueblo escogido del Altísimo, era subyugado y humillado por un pueblo pagano. Moisés, ahora un hombre de la realeza egipcia, la misma realeza que afligía a su pueblo con dura cerviz, se indignó de tal forma cuando vio a un hebreo siendo golpeado por un malhechor, que lo mató. Por eso huyó.
A partir de allí comienza la saga de un hombre justo que renuncia al reinado para atender al llamado Divino. Pero no antes de pasar 40 años en el desierto y resistir mucho. Al recibir la responsabilidad de liberar al pueblo de la esclavitud, él se resistió, se mostró inseguro, temeroso y amedrentado. Por lo menos en cinco oportunidades, Moisés se opuso a aquella misión. Delante del Propio Señor intentó rehusarse, y cuando vio que para cada dificultad presentada, Dios tenía una solución, comenzó a despreciarse. Dijo que nadie creería en él, que no tenía facilidad para expresarse, que no tenía la capacidad de hablar bien al punto de poder convencer a alguien, entonces, que realmente sería mejor si Él enviara a otra persona. Todo, como intento de esquivarse de aquella grandiosa, pero dificilísima función.
Y es en este punto en el que muchos nos identificamos con Moisés. De hecho, el Altísimo estuvo con él en todos los momentos, y en ninguno lo desamparó. Pero como el ser humano que era, Moisés sintió en la piel el peso de la responsabilidad, los conflictos interiores y los que tendría que enfrentar delante del pueblo, la preocupación por tener que liderar a nada menos que 3 millones de personas, el regreso a Egipto después de tantos años. Todo eso movió la estructura emocional y psicológica de Moisés, así como también mueve la de muchas personas ante un desafío o un problema aparentemente sin solución. Moisés es un espejo de los que llegan a dudar de sí mismos, de su propia capacidad y de un futuro muchas veces amenazante.
Aunque los problemas sean otros, los desafíos sean diferentes y los enemigos de hoy actúen de otra manera, la historia de Moisés, que continúa muy cerca de todos nosotros, demuestra que el que está desanimado y perdido en su desierto, sí puede transformarse en un gran libertador. Aunque sea de sí mismo.
Toda la historia de Moisés, su jornada desde su nacimiento hasta la entrada del pueblo a la tierra prometida, el gran momento de ver al arrogante faraón postrarse y reconocer la soberanía del Poderoso Yo Soy, las diez plagas y la apertura del Mar Rojo con efectos producidos por quien más sabe de cine en el mundo – Hollywood -, será contada en 150 capítulos.
Red Record está invirtiendo fuertemente en una superproducción dirigida a todos, indistintamente. “Los Diez Mandamientos”, la primera novela del mundo basada en una historia bíblica, será una oportunidad no solo para conocer más sobre la fe, las costumbres judías, o cómo un pueblo dominado por un imperio opresor logró superarse y formar su propia nación, sino además para hacer del living del espectador una gran sala de cine, en la cual todos podrán reunirse e identificarse con los distintos personajes sin ninguna vergüenza. Al contrario de muchos programas, películas y novelas, que en lugar de aproximar, destruyen a la familia.
“Los Diez Mandamientos” se estrenará el próximo lunes 23, a las 20:30 h. ¿Se lo va a perder?