Antes que nada, el siervo de Dios debe tener en mente que todo lo que está en la Biblia no es un invento, algo de la mente humana, sino una inspiración de Dios.
Como está escrito en el siguiente versículo:
«Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal, pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios», 2 Pedro 1:20-21.
Es un error buscar un pasaje bíblico separadamente e interpretarlo de forma aislada y personal. La Biblia no es un menú en el que puede elegir qué aceptar o no. Sino que es un manual para la Vida Eterna, y debe practicarse por completo.
Sin embargo, cuando esto sucede, la persona piensa que, por conocer la Palabra de Dios, se volvió inmune y que no caerá en pecado. No obstante, al hacer sus propias interpretaciones de lo que el Señor Jesús dijo, queda vulnerable y comete un error detrás de otro, formando una verdadera bola de nieve espiritual, basada en un autoengaño.
Por eso, es necesario tener en claro que las Sagradas Escrituras son los pensamientos de Dios y, por ello, debe aceptarse, acatarse y practicarse. Para que la persona tome decisiones y tenga reacciones que serán aprobadas por Él.
En el día a día, esto significa que el siervo de Dios siempre Lo priorizará. No se dejará llevar por las conquistas y tendrá placer de ayudar al prójimo, atender al pueblo y servir en la casa del Altísimo.
Obispo Júlio Freitas