La Santa Cena es mucho más que un simple simbolismo de la fe cristiana. Es la ceremonia más importante del cristianismo, pues es la participación física de Jesús para fortalecer a Su iglesia física y espiritualmente, en la forma de cáliz, que representa a Su sangre, y del pan, como Su carne, compartidos con quien realmente entregó su vida a Dios.
Es exactamente en esto que está el sentido de la ceremonia: una renovación de la alianza con Dios por medio de la sangre del Señor Jesús, en la confirmación de la comunión con el Espíritu Santo. No es solo un símbolo, pues depende de esa verdadera entrega, de corazón genuinamente limpio para, solo así, andar el camino para la Salvación.
Sí, es necesario pagar el precio de esta Salvación: renunciar a su voluntad para aceptar a Dios, Su gobierno sobre su vida, tomando la cruz, así como Jesús, para cumplir el plan divino. Sin eso, la Cena no es más, para quien no limpia su corazón, que una simple degustación física del jugo de uva y del pan – y, además de eso, una falta de respeto para la sangre y el cuerpo del propio Señor Jesús.
El Obispo Edir Macedo explica por qué ese intento de buscar la vida eterna junto a Dios sin la real entrega a Él es una pérdida de tiempo, por más que las intenciones sean buenas: “Existen muchas personas que realmente están interesadas en la Salvación de su alma, pero también están aquellas que quieren ser salvas y no aceptan pagar el precio. No quieren negar sus voluntades ni tomar la propia cruz; no quieren seguir a Jesús. En otras palabras, hay muchas personas que quieren la Salvación, pero no quieren renunciar a sus propias voluntades aquí en este mundo.”
Además, la propia Biblia comprueba lo que el obispo dice: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.” (1 Corintios 11:28-30)
Por lo tanto, la Santa Cena en sí no es solo el camino, sino la confirmación de que todo aquel que participa de ella está en este rumbo a la Eternidad con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, una caminata que es realizada día tras día. Y ese camino es una preparación para el destino eterno, donde no tendrán lugar la “suciedades” espirituales como los deseos de venganza, rencor o resentimiento. ¿Cómo puede haber impureza en la sangre y en el cuerpo del propio Señor Jesús de los cuales usted participa con la Cena?
Recuerde que la sangre y el cuerpo de Jesús fueron ofrecidos en sacrificio para la Salvación de toda la humanidad. Si alguien no busca el fortalecimiento de la fe, librándose de las impurezas y de las voluntades meramente humanas, le quita el valor al Sacrificio Supremo, invalida lo que el Señor Jesús garantizó para todos los que realmente se sometieron a la voluntad divina.
Por eso mismo, todas las veces que alguien recibe la sangre y la carne de Cristo en la Santa Cena, confirma su entrega a Él y hace valer Su sacrificio hasta que un día, como prometió, Él vuelva a rescatar a los que Le fueron fieles.
Participe de la Santa Cena del Señor, este domingo 11 a las 7, 9:30 y 18 h, en Av. Corrientes 4070, Almagro o en la Universal más cercana a su casa.
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