Diezmos, votos, ofrendas, sacrificios … yo tenía tan malos ojos hacia esos actos dentro de la Iglesia. Incluso viviendo una vida derrotada, fracasada, consumida por el espíritu del vicio, todavía pensaba que me robarían. Qué necia era. ¡¡¡Perdí mi adolescencia y casi perdí mi vida!!!
Cuando encontré al Señor Jesús no fue diferente, yo perdí mi vida, mejor dicho, el mundo la perdió cuando encontré a mi Salvador que vive, ¡¡¡Sé que Él vive!!!
Y la última puerta que todavía estaba abierta era la que yo tanto juzgaba. Allí realmente robaban, robaron mi alma de las manos del infierno.
Yo era una María Magdalena en la vida, perdida, llena de legiones.
Hoy tengo vida y con abundancia, mi placer es servir. Y cuanto más sirvo, ¡más Lo amo!
Conozco exactamente el privilegio de haberme tornado diezmista fiel, ofrendante, y de dar mi todo en el Altar. ¡Es la oportunidad venida directamente del Trono del Altísimo!
Daiane Cristina