La reunión es interrumpida por decenas de hombres armados. Gritos y amenazas invaden todos los rincones del salón. Allí adentro, los fieles se aglomeran aturdidos, sin entender lo que está sucediendo. Es viernes por la noche, después de una intensa semana de trabajo, el pastor Gilcimar Taborda coordina un encuentro de la Universal en Moscú, Rusia.
Nadie entra y nadie sale.
Pasan unos minutos hasta que todos se dan cuenta de que los invasores no deberían estar allí dando empujones e insultos, sino protegiendo a las personas. Son policías que, sin el menor deseo de comunicarse, les arrancan pasaportes y documentos de identidad a todos los presentes.
Después de intentos frustrados de entablar una conversación, aun sabiendo que al examinarlos detalladamente no encontrarán ningún delito, el pastor Gilcimar, siente el miedo apoderándose de su cuerpo y ora a Dios, esperando que una vez más, lo salve.
El pastor está del otro lado del mundo, muy distante del país en el que nació, apenas habla el idioma que hoy lo rodea, y conoce la intolerancia hace mucho tiempo.
Ucrania
Años después de la desagradable experiencia rusa, Gilcimar aun lucha en contra de la discriminación en el este europeo. El hecho de que la fuerza policial, no encontrara nada irregular en la iglesia aquel día- después de las denuncias anónimas recibidas – no disminuyó el prejuicio de la vecindad.
En parte, se debe al instinto natural del hombre de protegerse cuando un desconocido se acerca. Sin embargo, una gran responsabilidad es de las iglesias evangélicas que estuvieron allí antes de la Universal.
“Debido a algunas prácticas de otras iglesias evangélicas, sufrimos el prejuicio de las personas”, lamenta Gilcimar.
Ucrania – donde el pastor evangeliza hace aproximadamente 2 años – está compuesta, en su mayoría, por población ortodoxa (83,7%) y católica apostólica (10,2%). Solo el 2,2% de la población es evangélica, lo que provoca que algunas personas vean a otras iglesias como sectas.
Aún así, la perseverancia de los miembros de la Universal hace que ella crezca cada vez más. Presente en el país, hace 7 años, ya posee tres templos y un centro de evangelización.
“Nuestro sacrificio diario se transforma en un placer cuando vemos que una persona que era rechazada por la sociedad se entrega al Señor Jesús y su vida se transforma por completo.”
Vidas transformadas
Si ni siquiera el frío de 35 grados bajo cero, impide que la Universal salga a las calles para evangelizar, ¿por qué lo haría el idioma? En Ucrania se habla el ucraniano y el ruso. Pero, aunque los misioneros de la Universal llegan al país sin entender una palabra de lo que se habla, el lenguaje de Dios habla más alto. Y la misión continúa.
Kirilo Rijek lo sabe.
Al igual que decenas de ucranianos hijos de la Guerra Civil y nietos de la Segunda Guerra Mundial, Rijek se perdió en vicios y comportamientos impropios. Gran parte de los niños perdieron a sus padres o fueron abandonados. Rijek creció con su familia, pero eso no fue suficiente para mantenerlo lejos de los problemas.
“No tenía otra elección: o me juntaba con los delincuentes y me convertía en uno de ellos o siempre tendría enfrentamientos con ellos. Entonces elegí la primera opción”, recuerda el muchacho.
Rijek tenía 13 años y carecía de la atención de sus padres, cuando se involucró con las drogas. Fumaba marihuana 5 veces por día – cuando no era más – y, durante 5 años, estuvo involucrado con malas compañías.
“Después de un tiempo, me involucré en el mundo de la delincuencia. Huía de la policía muchas veces y me mudaba constantemente, iba a la casa de diferentes parientes. Nadie me comprendía y, por eso, empeoraba día tras día. Odiaba a las personas, odiaba a mis parientes. Cuando alguien pasaba al lado mío, ya lo odiaba.”
Pero este muchacho sufría mucho en esta situación e intentó matarse muchas veces. Eso sin contar todas las sobredosis que lo dejaron al borde de la muerte.
Desesperada por sus propios problemas, a los que se sumaban los problemas de su hijo, la madre de Rijek también intentó suicidarse.
“Un día mi madre estaba con pensamientos de suicidio. A esa altura ya había oído hablar del Centro de Ayuda Espiritual, pero no tenía fuerzas para ir. Entonces, ella me pidió que la acompañara. Aunque yo sabía que necesitaba ayuda, fui solo por ella. Al llegar, fui muy bien recibido por los pastores. Ellos me atendieron y oraron por mí. El primer día sentí un alivio muy grande.”
Dos meses fueron suficientes para dejar de beber, fumar, apartarse de las malas compañías y librarse de la depresión. La orientación dada por la Universal salvó la vida de Rijek y la de su madre.
No existe nada más gratificante
Cuando se le pregunta los motivos para salir de Brasil y enfrentar tantas dificultades, el pastor Gilcimar no titubea: “No importa el lugar, el clima, mucho menos las condiciones, las dificultades o los desafíos. La vida del pastor de la Universal es para servir completamente a los desesperados. No existe nada en este mundo más gratificante que servir a Dios en el Altar de la Universal y ser usado por Él para llevar la Salvación a las personas afligidas y necesitadas.”
[fotos foto=”Cedidas”]
[related_posts limit=”5″]