Un domingo de Fe y Entrega en la Sede Nacional, donde aprendimos que la verdadera Justicia empieza en el corazón.
Porque en mí ha puesto su amor, yo entonces lo libraré; lo exaltaré, porque ha conocido Mi Nombre. Salmos 91:14
La decisión de poner a Dios entre nuestros amores es personal. Ese amor no se demuestra con palabras, sino con acciones.
Amar a Dios es como un matrimonio: demanda sacrificio y compromiso. Él debe estar antes que nuestra pareja, familia, y hasta la propia Obra de Dios.
Ese amor verdadero implica dejar ciertas cosas y personas para que Él ocupe el primer lugar. Luego viene nuestra pareja (si estamos casados) o nuestros padres (si estamos solteros).
No hay que temerle al león ni a la serpiente. Si ponemos los ojos en Dios, estaremos siempre protegidos.
Aquel, pues, que os suministra el Espíritu y hace milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe? Así Abraham creyó a Dios y le fue contado como justicia. Gálatas 3:5-6
El Espíritu de Dios es el Espíritu de la Justicia, es decir, de todo lo bueno, como el amor, la benignidad y la perseverancia.
Dios tiene la última palabra. Si no creemos en Sus milagros, entonces no somos creyentes. Fe no es lo que sentimos, sino lo que hacemos.
La injusticia existe, pero también la Justicia Divina. No debemos poner por encima la palabra de los incrédulos. Eso no es justo.
Si bien la vida es nuestra, también afecta a quienes forman parte de ella. Por eso, el primer sacrificio de Justicia es entregarla al Autor de la misma.
Si nuestro corazón no está en el Altar, de nada sirve un sacrificio económico. Dios no hace negocios: Él obra milagros.
Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en el Señor. Salmos 4:5
Solo confía quien sacrifica de forma espiritual, emocional, material y voluntaria. Esa es la fe que agrada a Dios.
Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás. Haz bien con tu benevolencia a Sión; edifica los muros de Jerusalén. Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto y el sacrificio perfecto; entonces se ofrecerán novillos sobre tu altar. Salmos 51:17-19
La entrega no es por merecimiento, sino por fe. Aunque hayamos hecho todo mal, si confiamos, Él siempre abrirá las puertas.
La Justicia no comienza afuera, sino adentro: en el alma, la conciencia, y el corazón de quien verdaderamente quiere agradar a Dios.