Un domingo de reflexión en el Templo de los Milagros, donde aprendimos que la verdadera paz nos hace hijos de Dios.
Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, pasa por lugares áridos buscando descanso y no lo halla. Entonces dice: «Volveré a mi casa de donde salí»; y cuando llega, la encuentra desocupada, barrida y arreglada. Va entonces, y toma consigo otros siete espíritus más depravados que él, y entrando, moran allí; y el estado final de aquel hombre resulta peor que el primero. Así será también con esta generación perversa. Mateo 12:43-45
Cuando los espíritus inmundos son expulsados de una persona, no van para el infierno, sino que se quedan buscando otra oportunidad.
Si esos espíritus nos encuentran libres pero no sellados con el Espíritu Santo, van a volver fácil y rápidamente.
La peor perversidad que hay es no valorar lo más importante que existe: el alma, lo único que es eterno.
Dios nos invita a ofrendarlo, honrarlo y diezmarlo para demostrar con actitudes y acciones que Él es el primero en nuestra vida.
Pasad, pasad por las puertas; abrid camino al pueblo. Construid, construid la calzada; quitad las piedras, alzad estandarte sobre los pueblos. Isaías 62:10
En las dificultades es cuando tenemos grandes oportunidades. Un ejemplo son la gran cantidad de iglesias que se están construyendo en medio de la crisis.
Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios. Mateo 5:9
Los que son de la paz y la buscan, son los que la promueven: no buscan guerras, violencia ni maldades, sino reconciliación y acuerdos.
Los hijos de Dios transmiten paz. El precio de ella es la humildad y el perdón, es decir, reconocer lo que está mal.
Una vez que estamos sellados con esa paz, fuerza, esperanza y convicción, el diablo va a buscar humillarnos a través de personas y cosas.
La paz hace que pasemos a tener un equilibrio emocional y espiritual en todos los ámbitos de la vida (familiar, laboral, etc.).
Jesús vino para traernos paz mientras el mundo es una guerra. La Palabra es una espada de doble filo: corta todo lo que trata de interrumpir nuestra comunión con Dios.
Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque Él mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, Efesios 2:13-14
Cuando rechazamos a Jesús como mesías, por más que seamos una persona muy capacitada, vamos a construir una barrera para vivir lejos de Él y sin paz.
Sin paz, no vamos a disfrutar de nada (salud, familia, etc). Todos los días van a parecer nublados y nos vamos a sentir como una basura.
Cuando tenemos paz, vamos a poder dormir, iremos madurando como ser humano y lo principal: seremos considerados por Dios un hijo Suyo.