El Cenáculo de Lima recibe a miles de personas que cuentan el poder del Espíritu Santo en sus vidas
Cuando alguien recibe el Espíritu Santo, recibe el poder de creer en lo imposible y de perdonar hasta los hechos más serios contra su persona.
El mismo Señor Jesús enseñó:
“… pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos…”,
(Hechos 1:8).
“Hay personas que logran hacer cosas extraordinarias en su vida, pero no son capaces, muchas veces, de dominar su propia voluntad. Tienen un vicio, un carácter, una forma de ser que es más fuerte que ellas”, evalúa el pastor Fabiano Bezalí, del Cenáculo del Espíritu Santo de Lima, capital de Perú. “Y cuando la Palabra de Dios dice que recibiremos poder, no se refiere al poder para hacer lo que deseamos realizar, sino a lo necesitamos realizar. No sirve de nada hacer todo lo que queremos fuera de la iglesia y dentro de ella decir que quiere a Dios”, destacó.
Este ejemplo que el pastor Fabiano cita es muy evidente cuando necesitamos perdonar a alguien. Muchas veces, no lo logramos. ¿Cómo perdonar de verdad? “Eso solo sucede cuando usted ignora su corazón, sus sentimientos. Quien tiene a Dios de verdad logra actuar usando la inteligencia. Quien no lo tiene, siente ganas de vengarse. Cuando usted tiene el Espíritu Santo, puede hasta tener pensamientos de venganza, pero tiene el poder para decir “yo voy a hacer como está escrito en la Palabra de Dios”. Eso es un privilegio”, enseña el pastor.
Aún más: “Eso no se aprende solamente al ir a la iglesia. Solo sucede cuando usted tiene realmente el poder del Espíritu Santo”, agrega.
El pastor Fabiano condujo, para miles de personas en el Cenáculo de Lima, la Vigilia de las Mil Almas, una poderosa reunión donde muchos milagros se produjeron. Provistos de velas blancas, los miembros hicieron juntos la “Oración de Luz”. Después, muchos notaron como malos sentimientos y enfermedades salían de sus cuerpos y almas.
Una señora peruana, miembro de la iglesia, de 65 años de edad, que tuvo osteoporosis por años, llegando al punto de solo poder caminar con la ayuda de un inseparable bastón. “Los dolores en los huesos eran insoportables”, contó. Después de la oración, los dolores la abandonaron. “Una de las tantas cosas que no podía hacer era agacharse, sentía como si mi cintura fuera a partirse, de tanto dolor. Ahora puedo hacerlo y no me duele más”, dijo la señora ante todos, incluso su hija, que no se contenía de felicidad al ver a su madre libre. El bastón, que ya no era necesario, fue partido por el pastor Fabiano, que usó el ejemplo de la señora para mostrar una pequeña fracción de todo lo que el poder del Espíritu Santo puede hacer.