Al ser sobrino de Abraham, Lot poseía un gran privilegio: estar al lado del hombre de fe que era llamado amigo de Dios. Aún así, él no poseía la misma visión que su tío, pues Abraham veía con los ojos espirituales, mientras que Lot usaba solamente los físicos. Debido a esto, Abraham decidió separarse de su sobrino. Él estaba seguro de que todo le saldría bien. Dejó a su sobrino elegir la tierra que habitaría y fue en la dirección opuesta. Lot decidió ir a la llanura del Jordán, (Génesis 13:9-10).
Así como las actitudes tomadas con los ojos de la fe siempre salen bien, las tomadas con los de la emoción conducen aI error y Lot lo pudo constatar. Él perdió a su esposa y sus riquezas. Tuvo que vivir en una cueva, cometió incesto con las hijas. Además dio origen a los moabitas y los amonitas, que se volverían enemigos del pueblo de Dios.
Muchas personas toman actitudes basadas en lo que ven sus ojos físicos e ignoran la voluntad de Dios. Los primeros siempre dan una respuesta rápida al corazón. Por eso, cuando nos dejamos llevar por ellos, actuamos por la emoción y no conseguimos desviarnos de los instintos carnales.
El apóstol Pablo enseña que no vale la pena llevarnos por lo que vemos con los ojos físicos, pues esas cosas, se terminan rápidamente. Sin embargo, lo que los ojos espirituales nos ofrecen es eterno (2º Corintios 4:18).
El estado espiritual de una persona se mide por sus ojos. Cuando alguien pierde la visión de la fe, así como Lot, debe vivir en una cueva espiritual, con problemas y sin perspectiva de vida. A través de los ojos espirituales, confiamos en que Dios nos hará fructificar, sin importar adonde estemos. Por más difícil que pueda parecer la caminata, dejarse guiar por Su voluntad siempre será la mejor elección.