Mientras la fe es la voz viva de Dios en el interior humano, la duda también es una voz viva que viene del diablo. Obviamente, quien se somete a la voz de la fe y la pone en práctica sigue la Luz. Es como enseña el Señor Jesús: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
Pero quien Lo rechaza o se niega a prestar atención a Su Palabra, ciertamente se mantendrá en las tinieblas. Y quien anda en las tinieblas no tiene conciencia de hacia dónde se dirige. Tal persona vive en la duda y se mantiene desorientada en el camino a seguir.
Muchas personas han gastado ríos de dinero en tratamientos psicológicos porque no saben lo que quieren. Son personas indecisas, llenas de miedo, desconfiadas, tristes y vacías. Todo eso ocurre en función de la ausencia de la fe.
Pocos saben que de la misma forma que el cuerpo depende de nutrientes, y el alma de amor, también el espíritu humano depende de alimento, que viene por medio de la voz de Dios. Esto es, la Palabra que procede de la boca del Altísimo. La mejor literatura que tenemos, jamás saciará la sed del espíritu humano.
Jesús resistió el ofrecimiento del diablo diciendo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).
Los que tienen el espíritu bien nutrido por la Palabra dejan de lado sus dudas y vencen sus miedos. ¿Por qué esas personas actúan así? Porque dentro de ellas está el poder de la Luz, el poder de los pensamientos divinos. ¿Usando el poder de los pensamientos divinos, quién podrá resistirse a tales personas? ¿Quién podrá meterse en el camino de los que piensan como Dios?
Esa es la voz de la fe que impulsa a la persona a mirar hacia delante y avanzar firme y determinada. Es el instinto de la creencia en uno mismo y, sobre todo en Dios. Es la fe en acción. La voz de la fe completa a la persona, haciendo que crea también en sí misma. Por eso esa persona se vuelve vencedora en la vida. Si ella confiesa que cree en Dios, pero no cree en su propio potencial de realización, entonces su fe no es inteligente, y mucho menos es la voz de Dios.
Si, al contrario, ella no cree en Dios, pero cree en sí misma, entonces esa persona tiene más oportunidad de vencer en la vida a diferencia de aquellos que creen en Dios y no creen en sí mismos. Ejemplo de eso son las personas ricas: la mayoría de ellas creen en sí mismas y no tienen nada que ver con la fe en Dios. Su falta de compromiso con la voz de la fe las hace inescrupulosas en relación a las conquistas económicas.
Pero la pasión por el dinero las hace hambrientas e insaciables hasta la muerte. Y lo peor: muerte sin esperanza de Salvación. Pero la voz de la fe habilita la conquista del éxito material y, sobre todo, espiritual, que es la vida eterna.
¿Para qué sirve ganar todo el dinero del mundo y perder el alma? La voz de la fe inteligente da juicio y coraje para conquistar las bendiciones divinas sin poner la Salvación en peligro. Nada es inmediato, sino que alcanzamos nuestros objetivos paulatinamente, a base de perseverancia y paciencia. Todo de acuerdo con la voluntad de Dios.