“Entonces clamamos al Señor, el Dios de nuestros padres, y el Señor oyó nuestra voz y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión” Deuteronomios 26.7
Aprendemos con nuestros antepasados a clamar a Dios en todas nuestras angustias y dificultades, bien sea el trabajo o incluso en la familia. Nuestro Dios se alegra cuando dependemos de su dirección y sus cuidados.