Nicolás: “De chico tuve malas amistades. Veía a otros jóvenes que estaban en la droga, tenía amigos que salían a robar, al principio no era como ellos, por un tiempo no quise hacer lo que hacían, hasta que mi mejor amigo me ofreció droga, él vio que quería probar y me invitó.
Me drogaba porque todos mis amigos lo hacían y quería encajar. Lo primero que consumí fue marihuana, tenía ocho años, a los 10 probé el cigarro y a los 12 empecé con las drogas más pesadas.
Tomaba pastillas y usaba pasta base. Por el vicio vendía mis cosas, mi ropa y finalmente empecé a robar. Tenía amigos que robaban lugares grandes como bancos y supermercados. Veía ese mundo como mi futuro, sentía que ya estaba muerto. Pero no quería dejar las adicciones.
A medida que pasaba el tiempo, el vicio me dominaba. Por las drogas, perdí a mi familia y me fui a vivir a la calle. Allí empecé a juntar cartón solo para drogarme, juntaba monedas. El peor momento fue cuando me quisieron apuñalar.
No quería vivir, quise tirarme debajo de un tren porque mi familia ya no creía en mí. Tampoco quería que ellos sufrieran por lo que hacía. Los extrañaba, pero era tanta la vergüenza de que me vieran de esa manera, que no quería volver a mi casa.
Hasta que hubo un momento en que me di cuenta que no podía vivir más así. De chico, había asistido a la Universal, y recordé todo lo que había aprendido allí y volví. Cuando llegué hice una oración en el Altar, y nunca más usé drogas. No siento abstinencia, soy un hombre nuevo, el olor a cualquier droga, me da náuseas. Mi familia está completamente transformada ”, concluye.
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