Cómo el espíritu solidario de algunas, salva la vida de todas sus compañeras
No es nada agradable esperar para ser atendido en una enorme fila y ver a alguien, en el peor sentido de la palabra, “sin vergüenza” pasa por delante suyo con una sonrisa irónica, creyéndose la persona más viva del mundo porque llegó tarde y, como si nada, se infiltró con la ayuda de un amigo y tomó el lugar de quien estaba minutos u horas en la fila esperando honestamente, en su debido lugar.
Usted ya debe haber pasado por una situación así, incluso por haber sido esa persona en si y rebuscar alguna ventaja, sin siquiera importarle lo que pase con la vida de quien está a su lado, frente suyo o detrás, sea donde sea.
Y después quien sabe, una queja de una injusticia que le sucedió, cuando usted estaba en lo correcto, pero vino alguien por detrás y le sacudió el piso y hasta hoy no sabe el motivo de esa supuesta falta de justicia con usted.
Y si…
A veces nos olvidamos que la vida es una rueda, que el mundo da muchas vueltas y que aquello que sembramos, lo cosecharemos.
Quién sabe si aprendiésemos de las hormigas, ¿no tendríamos una sociedad más justa y menos protestona? Es como el sabio rey Salomón dijo una vez y calza como un guante hasta hoy: “Mira la hormiga, perezoso, observa sus caminos y sé sabio: Ella, sin tener capitán, gobernador ni señor, prepara en el verano su comida, recoge en el tiempo de la siega su sustento.” Proverbios 6.6-8
Mire que buen ejemplo y no diga que no podríamos adherirlo en nuestra “civilizada” sociedad:
Algunos tipos de hormiga, se denominan “hormigas pote de miel, viven en áreas secas de América del Norte, África y Australia. Y se destacan por el “espíritu de solidaridad” con el que viven entre ellas.
Se alimentan del néctar producido por plantas, ni bien termina el período lluvioso en esas regiones. El problema es que no habría con qué alimentarlas después que las lluvias terminen, excepto por la ayuda mutua que se brindan. Entonces es que entra el trabajo fundamental de las “pote-de-miel”.
Para sobrevivir, son elegidas algunas hormigas – el criterio de selección se da por el “porte físico”, o sea, quien tiene cuerpo más robusto es seleccionado para la operación de supervivencia.
Las elegidas acumulan la mayor cantidad de néctar posible en el abdomen, que funciona como un reservorio– y llegan a acumular tanto que en algunos casos, da la impresión que están cargando una uva. Es lógico que para ellas no sea nada fácil, porque el peso es muy grande, lo que dificulta también su locomoción.
Con todo, continúan el camino de la planta, en la que almacenan el néctar, y el hormiguero donde van a alimentar a todas las demás hormigas; por así decirlo, no tan privilegiadas físicamente.
Allí, ellas regurgitan el néctar guardado, mientras las demás se alimentan. En cuanto terminan, vuelven a vivir normalmente, a pesar del sacrificio al que se sometieron por las otras.
Así, cuando recordamos el simple ejemplo de la fila en nuestra sociedad, y vemos a las hormigas en su propia sociedad, lo que viene a nuestra mente es una leve vergüenza íntima por suceder, que en muchos casos, no logramos vivir en comunidad, mucho menos practicar el espíritu colectivo y, quien sabe, permitiría enfrentar las tantas dificultades e infelicidades de la vida.
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